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Jesús frente al sistema internacional que lo condenó a morir en la cruz

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Fecha Publicación: 06/04/2023 - 21:50
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Jesús de Nazaret es el mayor personaje mundial constituyendo el punto de inflexión de la historia de la humanidad. Por esa razón, contamos nuestra existencia antes y después de su nacimiento. El juicio a que fue sometido fue uno de los más injustos de la historia. Nunca contó con un debido proceso. Ni por asomo tuvo un abogado que lo defendiera y aunque es verdad que nunca lo pidió -era Dios y no lo necesitaba-, también lo es que nadie se lo ofreció. Fue degradado en su dignidad humana en el Sanedrín judío y ante la autoridad romana en Judea. Muchos de los que lo vitorearon en su entrada triunfal a Jerusalén -Domingo de Ramos-, le bajaron el dedo pidiendo su muerte una vez que percibieron que no era el libertador contra la opresión romana que esperaban.

Por eso para Pilatos fue fácil lavarse las manos y no como se ha dicho por algunos que vivió una encrucijada por decidir el destino del Nazareno. Jesús fue a contracorriente con el pensamiento de su época. Fue un completo revolucionario pues cuestionó la esclavitud legitimada por Aristóteles y luego asentida por los jurisconsultos romanos, al predicar que todos somos iguales y que debíamos amarnos unos a otros -la tesis del amor al prójimo, base de la Iglesia y de los desarrollos teológicos posteriores-, es decir, enterró la concepción hasta ese momento aceptada de que los esclavos eran res o cosas.

Jesús, entonces, fue un antisistema, porque se enfrentó al poder de su época que haría cualquier cosa por mantenerlo. Convertido en una completa amenaza, su muerte que hoy recordamos, entonces, estaba cantada, aunque solo él o su Padre podían evitarla, pero no quiso por amor al hombre.

Su naturaleza de Dios y hombre explica su intrínseca y exclusiva inmortalidad por lo que nadie en este mundo que no sea Jesús debe llamarse ni ser llamado inmortal. Sus enseñanzas, que cruzaron las fronteras de la cristiandad y han sido incorporadas en el ecumenismo contemporáneo, se hallan entre los principios generales del derecho internacional, como pasa con la solución pacífica de las controversias o el principio de no agresión.

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