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Jesús nos amó hasta la muerte y no hubo amor más grande

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Fecha Publicación: 06/04/2023 - 22:10
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Tanto por aprender del Mesías, CRISTO JESÚS, el personaje más importante de la historia, aún hasta ahora en plena era digital y conectividad (y para esta columnista, DIOS y Salvador), además de tal impacto que es un parteaguas cronológico en el conteo de los años, la historia se divide en antes y después de su nacimiento, cuando Judea estaba ocupada por el Imperio Romano y anexada a su territorio, reinando Augusto César (Octavio) como emperador, todos hechos históricos, nada de leyendas, todo comprobable.

En estos días que el mundo conmemora la muerte y resurrección de Jesús, meditemos sobre Él y tomémosle como referente en nuestras vidas, alguien que cultivó el amor, el perdón, la solidaridad, la empatía, la humildad, desde su propio nacimiento, recordemos que fue en un establo, sin condiciones de salubridad para una mujer en labores de parto, su madre María, el creador del mundo vino a éste, pero no halló lugar para él, no fue recibido con honores, no se aferró a su divinidad, fue modesto y habitó entre nosotros (Juan 1:10-11,14, Lucas 2:7, Filipenses 2:6-7).

Jesús fue (y es) un hombre intachable, gozaba del favor de la gente (Lucas 2:52), hablaba con la autoridad de quien hizo de su vida todo aquello que predicó, no buscó aislarse de los pecadores o rebeldes a DIOS, más bien se acercaba a ellos, fue convocante, NO EXCLUYENTE, para exhortarles al arrepentimiento sincero, a no juzgar a los demás, a sobrellevar las cargas los unos de los otros, a pagar el salario de sus trabajadores, a no oprimir o aprovecharse de los pobres, a compartir las riquezas con los necesitados, a perdonar el daño que nos hicieren y dejarle a Él, que sea quien nos haga justicia, a no devolver golpe por golpe, a no pagar mal por bien, ser agradecidos, a no maldecir sino bendecir, a ser pacíficos pero no tontos, eh, a venir a Él con confianza que no nos rechazará, porque bien claro dijo ante la crítica de odiadores y envidiosos que nunca faltan, que Él no vino por justos sino por pecadores, no vino a condenar al mundo sino a salvarlo (Juan 3:17).

Tan grande fue su amor que a sabiendas que lo rechazarían y matarían con crueldad extrema, nunca se arrepintió de venir a salvarnos, en la cruz no se quejó, no insultó, no amenazó a sus verdugos, más bien rogó a su Padre que nos perdonara, cargó sobre sus hombros el castigo de nuestra paz, de nuestra reconciliación con el DIOS Padre (Isaías 53:5), quien le resucitó al tercer día de su muerte.

Imitemósle, ser seguidor de Jesucristo implica ser tolerantes, AMAR a todos, aún a los adversarios, ese es el sello que nos distingue mundialmente como cristianos (Juan 13:35).

¡Bendecida Semana Santa!

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