Joyas con mar y tierra
Cuando Alberto Cueva con puntualidad de corte inglés llegó a casa la mañana rondaba en su bata de neblina y los tordos recién habían terminado de picotear la manzana que les había puesto junto con sus migas y arroz que muchas veces termina comiéndoselo cualquiera de las cuculas que los gane en llegar al balcón. Traía una buena sonrisa, unos dorados chicharrones con la cebolla cortada al hilo fino y el ají amarillo hecho suave crema, y, bien envueltas en papel de seda blanco, las piezas de plata que queríamos hoy mostrarles.
Para acompañar los chicharrones le ofrecí una taza de caliente Tiki Yumi, café de altura con denominación gourmet cosechado en Amazonas. Su nombre en lengua awajún dice Vida Divina y hace par con el colorido de la etiqueta que habla de una alegría que se disfruta en el aroma y el sabor de este nuevo producto peruano que tiene pocas semanas de circulación en el mercado. Con mucho entusiasmo y conversación dimos curso al criollo desayuno y estábamos listos para ver su trabajo realizado con la técnica aprendida en 1915 - 1916 en la Escuela de Joyería del SENATI Lima.
Las piezas que trajo tienen punto de partida en el mar y formas vegetales tratadas con un diseño de elegante simplificación sin perder su vínculo con la naturaleza. Haciendo referencia a la fotosíntesis trabaja las hojas y les da acento con el lapizlázuli chileno y el ópalo andino.
De las mostradas que tienen inspiración marina toma protagonismo la Mantarraya que ha recibido un toque de riqueza con el oriente de la perla y esa cuidada abundancia de detalles. Muestra ahora la silueta de un pez en que atrae esa ondulante fluidez de formas y el acertado uso del buril para crear la textura que pone quiebre preciso para recibir la movilidad de un espermatozoide.
Con un tono especial me dice, es una chita, ha pasado de la cocina y mesa familiar a los caros menús de diminutas porciones y enormes discursos. Y ahora él convierte en una pieza de joyería. Luego abrió el satinado papel que guardaba la fuerza de esa pulsera en que ha combinado una perla barroca con una tajada de espondilus, concha vinculada a la antigua joyería ritual y decorativa de las culturas peruanas prehispánicas.
Siguieron la silueta de esa botellita creada por encargo de un fabricante de pisco y cerramos con Orbis III que sugiere el movimiento de planetas y el brillo de las estrellas que lo pone el de los citrines, ágata, topacio. En un anillo el tumi da el tema al que él pone volumen y la amazonita el color. Te quedas con ganas de seguir viendo otras piezas.
Alberto es cajamarquino, remonta sus recuerdos hasta los días de niñez en su casa del barrio San Lucas escuchando el parloteo del río Ashcon. En la panadería familiar del barrio San José viendo las formas que tomaba la masa en manos de su papá y ayudantes tiene su primer interés por las formas. En 1980 fue alumno del primer semestre en la Escuela de Bellas Artes de Trujillo; en 1981 ingresó en Artes Plástica de la Universidad Católica. Formación que toma presencia cuando trabaja escultura.
Para Remembranza Precolombina “recordando el vacío del trapecio andino en las hornacinas y ventanas de Machu Picchu y las palabras de Pablo Neruda en Alturas de Machu Picchu” ensambló granito, mármol, madera y bronce. Satisfecho de lo conseguido lo presentó y fue seleccionado finalista en el concurso convocado en 2014 por IPAE. Conversar con Alberto y recibir más información y detalle de su abstracción geométrica y su interés en las formas que toma de la naturaleza y desarrolla en joyería y escultura, puede hacerlo buscándolo en su correo ateliercueva@gmail.com o llamándolo a su celular el 969 – 294 – 378.
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