ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

La alta misión del maestro

Imagen
Fecha Publicación: 07/04/2023 - 22:00
Escucha esta nota

Este pasado primero de abril, se celebró el Día de la Educación en el Perú. Sin duda, educar es una valiosa pieza de arte en la que participan los padres de familia, los docentes, las escuelas, los alumnos y la sociedad. Me gustaría centrarme, por esta vez, en el quehacer docente y, a través de él, en la educación en su conjunto.

La docencia, esa que intenta activar el querer del alumno, no es una acción mecánica sujeta a leyes inexorables ni, por tanto, se resuelve siguiendo a pie juntillas una receta. Esa docencia tiene de arte, de vocación y mucho de virtud.

Es arte porque a través de las operaciones educativas se ayuda al alumno a crecer como persona. Ayudar, sin reemplazar, supone una vocación mediante la cual, el docente se dispone a asistir al alumno en la búsqueda de su mejora personal, dilatándose cuando solicita ayuda o cuando se acerca con firmeza a su objetivo.

La docencia es también virtud. No únicamente porque el docente tenga que mantenerse, en positiva tensión, dispuesto a ayudar al alumno, con independencia de su estado de ánimo e intereses del momento. ¡Sostener en el tiempo esa disposición de ayuda es más fecundo de lo que se supone! Tampoco porque con generoso desprendimiento procure el bien de sus alumnos. La docencia es virtud puesto que lo suyo es convocar el querer del educando. A la libertad se le atrae con proposiciones razonables, resultado de pararse a pensar antes de presentar una indicación.

Las proposiciones encarnadas hacen patente la unidad entre el decir y el actuar del docente. Sin virtud personal –predicamento de la autoridad del docente–, la libertad del alumno corre el riesgo de quedar a expensas de solicitaciones cuya primicia es la de aplazar las actividades de enseñanza-aprendizaje.

Al revelarse el alumno siendo como es, la ayuda del docente –también siendo como es– será la apropiada para su mejora personal. La figura del docente es compartida por un grupo de alumnos, no obstante, el modo de ser profesor es percibido de modo distinto por cada uno de ellos. La relación es personal e irrepetible, de manera que la ayuda se ajusta a la medida del educando. La formación de una persona marca la diferencia. ¡Cuánto bien hace el docente a la historia del país, logrando que cada alumno quiera ser mejor!

En este sentido, sería más eficaz que, en vez de gastar tiempo, dinero y energías en la confección y difusión de reglamentos, parámetros de resultados e instrucciones regulatorias, se aplicaran en promover y estimular que el docente quiera, facilitándole el disponer los medios e instrumentos mínimos para desempeñar su quehacer; que elija con autonomía los medios más pertinentes para desarrollar su labor; confiar en su capacidad y criterio profesional respaldando frente a terceros, las decisiones por él asumidas y aplicadas.

Por último, que tenga tiempo y el espacio necesario y prudente para dedicarse al trato personal con el alumno, a su cultivo personal, y al intercambio con sus colegas.

Mira más contenidos siguiéndonos en FacebookTwitterInstagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.