La amenaza menor
Íbamos a borronear sobre la candidata Fujimori, pero ahora nos preocupa algo más urgente y es intentar contribuir a identificar el mal menor en la crucial elección del 6 de junio próximo. Es verdad que hace por lo menos quince años que el electorado se mueve en este peliagudo dilema, más nunca como ahora es tan necesario discernir bien esto debido al pase a la segunda vuelta presidencial de un candidato de la izquierda radical, antidemocrática y vinculada con el MOVADEF –con mayúsculas para que se entienda- que es la actual fachada de la organización subversiva y terrorista Sendero Luminoso.
En un Estado constitucional como el nuestro –con todos sus inocultables defectos- el mal menor electoral es aquel que aún sin garantizar suficientemente el respeto a las reglas de juego adhiere al orden e institucionalidad democrática y no pregona su desaparición o sustitución por un régimen marxista y estatista que ha fracasado donde se ha instaurado sea por la vía del fusil o colándose por las urnas. El extremista postulante del lápiz, consciente de que para llegar a la meta tiene que empezar a disfrazarse de cordero, hoy modera el discurso, recula y promete respetar inicialmente la Constitución. Lo mismo hicieron en su tiempo Allende en Chile y Maduro en Venezuela y el millón de venezolanos que han migrado al Perú huyendo del infierno en que se ha convertido la patria de Bolívar dan fe de ello.
Sorprende ver y escuchar a respetables personajes divagando o atrapados por la duda exhortando a los dos candidatos en liza para que se comprometan con la vigencia de la Democracia o alcancen acuerdos o consensos mínimos en pro de la gobernabilidad. Vaya candidez así sea sincera. Estuvimos en Venezuela unas semanas antes de la primera elección del nefasto comandante Chávez y éste un día sí y el otro también repetía que no era el diablo ni socialista y que gobernaría acatando la Carta Magna y las libertades públicas que después pisoteó. Ah, por cierto, Chávez era un impostor con más maña que el profesor del lápiz.
El candidato Castillo, por pasado y por presente, encarna la izquierda totalitaria y antisistema con la que no se puede negociar, transigir ni caer en el engaño. Los fracasos y errores políticos y sociales de los últimos regímenes nos ha llevado a este disparadero en el que el Perú profundo exige legítimamente cambio y justicia. Dios quiera que no sea a través de Castillo. ¡AMÉN!
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