La "aristócrata" Alva
Por Ángela Ccanto Buendía
“¡Oye, serrano!”, “cholo, ¿qué te has creído?” Estas son las principales frases y palabras que, durante décadas, los peruanos hemos escuchado, dicho y hasta defendido. Hace algunos años se realizó una encuesta sobre racismo en el Perú, que indicaba que el 53% de los peruanos son considerados racistas o muy racistas. ¿Qué opinión merece nuestra clase política? ¿Qué opinión creen que nos puede dar la congresista de la aristocracia, María del Carmen Alva?
Si ingresamos al subconsciente de la congresista Alva, podremos hallar a una Isabella Picasso parada en el segundo piso de su mansión con el brazo en alto y gritando: “pueblo humilde”, a los miembros de la familia Gonzales. Parece saleroso, pero es lo que encontraríamos. Si tenemos clarísimo que el racismo y clasismo son dos factores del fracaso y subdesarrollo, ¿por qué debemos seguir permitiendo que continúe vivo en la mente de los peruanos? Es más: ¿por qué seguimos permitiendo que la clase política practique el racismo de manera indirecta?
Las expresiones, gestos, palabras, miradas y discursos de la congresista María del Carmen Alva, desde que se inició este quinquenio, han sido ampliamente discriminadoras. Lo siento, congresista, pero eso es lo que nos ha demostrado en cada presentación, en cada encuentro con representantes de este gobierno. Y aunque no le agrade, hay millones de peruanos que se identifican con el régimen; y con esos gestos de racismo, créame, no ayuda a hacer crecer el desencanto o la decepción contra este gobierno, sino que logra fortalecerlo más. En ese sentido, la izquierda es hábil para victimizarse y pretender crear pena y falsa moral. Sólo miremos el aprovechamiento que han logrado con las muertes de Inti Sotelo y Bryan Pintado. Las familias de ambos jóvenes deberían exigirle a la izquierda posera de dicho grupo, que no es capaz de inscribir un partido, que dejen de usar para su beneficio político la muerte de sus hijos.
El racismo y el clasismo no ganan elecciones, congresista Alva. Una de las estrofas de nuestro himno nacional dice “por doquier San Martín inflamado, libertad, libertad, pronunció, y meciendo su base los Andes la anunciaron, también, a una voz. Con su influjo los pueblos despiertan y cual rayo corrió la opinión”. Es decir, los “indios” como usted nos considera, ya tenemos poder de decisión. Ese mismo poder que la llevó a usted al Congreso con un poco más de 25 mil votos. La presidencia del Congreso no se gana por voto popular. Ser inteligente no basta: necesitamos inteligencia emocional y, lo más importante, entender que la aristocracia no consigue votos. No necesitamos pena, ni reconocimiento; mucho menos discursos de colores y sabores. Nos basta con respeto y cortesía, y esperemos que la congresista tome prenda de ambas.
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