ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

La audacia del desconocimiento

Imagen
Fecha Publicación: 20/06/2025 - 21:20
Escucha esta nota

A las seis de la mañana, César enciende el motor de su auto y reza en silencio. No es devoto, pero desde que empezó a manejar con una app de transporte, aprendió a pedirle al día que sea justo. Que no lo asalten, que haya demanda, que el tráfico no le arranque la paciencia. Su hija menor, en pijama, lo abrazó antes de salir. Le pidió un chocolate para el frío para cuando regrese. César solo sonrió y pensó: “si llego a los S/ 80 antes del mediodía, le compro dos”.
Como él, hay miles. Mujeres que manejan después de dejar a sus hijos en el colegio, jóvenes que combinan la universidad con un turno en la noche, hombres mayores que fueron despedidos y encontraron en su auto una segunda oportunidad. Las plataformas de movilidad no son solo tecnología: son un salvavidas en una economía que no perdona, que excluye, que improvisa.
Pero una amenaza se asoma en la ruta. A pesar de ello, el Congreso está a punto de aprobar una ley que intenta meterlas en el molde del taxi tradicional. Exigirían licencias distintas, colores obligatorios, registros duplicados. Nadie dice que no se regule, pero regular.
Hace poco nomás, el Congreso aprobó otra norma que parecía escrita en el apuro, sin cabeza, sin una exposición de motivos sólida ni consulta técnica con especialistas en esta economía colaborativa. Fue una decisión tomada desde el prejuicio, no desde la evidencia. Porque hay que reconocerlo con franqueza: nuestros congresistas son expertos en muy pocas cosas, y aun así legislan como si supieran de todo.
Así, esta iniciativa ignora cómo funcionan las plataformas, cómo se conectan los usuarios, cómo se protegen y pagan. Y, sobre todo, olvida quién está detrás del volante: no una empresa, no una flota, sino una persona común buscando ganarse la vida con dignidad.
La historia no es nueva. El Perú tiene una extraña costumbre: cuando algo funciona, lo complica. Ya lo vimos con los mercados digitales, con los comedores populares, con la educación a distancia. A veces, parece que la informalidad no es una tragedia que combatimos, sino una excusa que mantenemos para seguir controlando desde el escritorio.
En nombre del “orden”, hemos empujado a miles a regresar al desorden. Y esta ley, si se aprueba, hará exactamente eso.
Lo que está fallando es la forma en que entendemos el desarrollo. En vez de ver la tecnología como una aliada para formalizar, mejorar y modernizar, la tratamos como una amenaza. Pero la economía digital ya está aquí. Y no espera. Es pedirle a César que reemplace su app por una libreta. Lo condenamos al atraso, al peligro, a la incertidumbre.
Los congresistas están desconociendo una red de ingresos que sostiene a más de 150 mil familias. Controlando desde el poder, obrando con la audacia que da el desconocimiento.
Mientras tanto, César sigue manejando. El sol ya quema el parabrisas y la app le avisa que hay poca demanda. Piensa en apagarla, pero espera un poco más. Si hay suerte, otro pasajero subirá pronto. Quizás alguien que también tiene que llegar a tiempo. Quizás alguien que no sabe que un grupo de congresistas, sin verlo a los ojos, está decidiendo si ese viaje será el último.

Mira más contenidos siguiéndonos en FacebookXInstagramTikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.