La ayuda de la OEA
El pedido de ayuda de Pedro Castillo a la OEA tiene, en primer lugar, el propósito de reforzar internamente su historia de la supuesta conspiración en su contra. La idea es que con el alboroto que se suscita con esa demanda, la discusión que se provoca en los medios y en el Congreso, y el apoyo que le da -hasta ahora- ese organismo internacional, se refuerce la absurda versión que la gavilla delincuencial en el gobierno repite incesantemente.
En segundo lugar, ellos pretenden crear un ambiente propicio en el exterior, para justificar el zarpazo que proyectan contra los últimos vestigios de institucionalidad.
La OEA es ahora un organismo inoperante, uno de los tantos cascarones internacionales que sirve para que una burocracia inútil disfrute de ciertos privilegios, sin ningún beneficio para los pueblos del continente.
No siempre fue así. En las últimas décadas intervino un par de veces en el Perú. En 1992, luego del golpe del 5 de abril, la OEA convocó a una reunión de emergencia en Bahamas –en mayo- y allí presionaron a Alberto Fujimori para restaurar los mecanismos democráticos que habían sido abrogados. Hernando de Soto asesoró al entonces inexperto presidente y se realizó una negociación con resultados.
En ese momento, el diseño del gobierno era establecer una comisión de notables para elaborar una nueva Constitución que sería sometida luego a un referéndum. Intentaron reclutar a Javier Pérez de Cuéllar, que acababa de culminar su periodo en Naciones Unidas, para presidirla.
Finalmente, el gobierno aceptó convocar un Congreso Constituyente en noviembre de 1992, realizar las postergadas elecciones municipales en 1993 y elecciones generales en 1995.
Todo esto, en realidad, fue producto de la presión de los EE.UU., que usó a la OEA como el escenario y el instrumento para lograr que ciertos mecanismos democráticos se restauraran. En ese momento, los EE.UU. eran la única superpotencia, luego de la implosión de la URSS y cuando la nueva China de Deng Xiaoping todavía daba sus primeros pasos.
En el 2000, la OEA tuvo también un papel, aunque menor, en las postrimerías del gobierno de Fujimori.
Ahora el panorama internacional es completamente distinto. El poder relativo de los EE.UU. ha disminuido, su interés en el continente es escaso, hay varios países con gobiernos del socialismo del siglo XXI (no había ninguno, excepto Cuba, en esa época), y potencias como China –el principal socio comercial del Perú- tienen una presencia muy importante, además de otros como Rusia e Irán.
Finalmente, como dice el embajador Eduardo Ponce, “gracias a la visible complicidad entre Castillo y Almagro, el Consejo Permanente de la organización ni siquiera pudo conocer el oficio que le dirigió el presidente del Congreso del Perú”. (Lampadia, 21/10/22).
Un síntoma notorio de que la OEA está manejada por fuerzas tan nefastas como la que hoy desgobierna el Perú.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter e Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.