A la bandera nacional se la respeta

No me equivoqué con el título de mi columna en Expreso del domingo 4 de junio de 2023, que denominé “LA DESGRACIA DE NO SER NACIONALISTAS”, pues ha sido una completa falta de respeto al PERÚ y a la BANDERA NACIONAL que hayan brillado por su ausencia las más altas autoridades del Estado en la ceremonia central del pasado viernes 7 de junio, en la Plaza Bolognesi del centro de Lima. En esa ocasión recordamos la epopeya del Morro de Arica, y renovamos el JURAMENTO A LA BANDERA rojiblanca que vivifica el momento de mayor éxtasis de la identidad nacional que nos falta construir y la expresión del amor a la patria que nos falta priorizar. La Jura de la Bandera constituye el acto nacional más relevante después de la celebración del día de nuestra Independencia, el 28 de julio. No estuvieron entre los que jamás debieron dejar de asistir –salvo que hayan expresado previa o inmediatamente después a la ceremonia, una justificación real y poderosamente creíble, convirtiéndola, por tanto, en altamente excusable–, el presidente del Congreso de la República, el presidente del Poder Judicial, el fiscal de la Nación, el alcalde de Lima, algunos ministros –excluyo al canciller por hallarse fuera del país–, y otros altos funcionarios del Estado. ¿Qué está pasando a nuestra clase política? El año pasado el gobierno decidió observar la propuesta legislativa que declaró feriado nacional no laborable el 7 de junio, sustentando que “el mejor homenaje será trabajando pues el país no puede parar”. Esta vez se ha reivindicado y sin hipotecas ni mezquindades, debo reconocerlo; sin embargo, ahora han faltado las otras cabezas visibles del país. La única verdad es que volvemos a dispararnos a los pies como Nación, confirmando que carecemos de patriotismo. La ceremonia del Día de la Bandera es para nunca faltar, salvo por la visita de la hermana muerte, como decía San Agustín, pues recuerda la gesta peruana llena de DIGNIDAD NACIONAL en su resultado pues, de un lado, 48 horas antes del asalto de la plaza de Arica, Bolognesi había respondido al emisario chileno, Juan José de la Cruz Calvo, que no se rendirían, inmortalizando la frase “Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho”; y, de otro, el VALOR Y ARROJO del coronel Alfonso Ugarte –pudo haber preferido otro destino siendo rico– que para evitar que la Bandera Nacional cayera en manos del enemigo –era el signo de la victoria en los usos y costumbres de la guerra–, prefirió lanzarse con su caballo desde lo alto del morro. Ambos episodios, junto a los de Grau, Quiñones y Santos, que yacen en nuestra memoria colectiva, JAMÁS debemos soslayarlos. No ha sido, entonces, un capricho de ociosos este anhelo nacional de conseguir que sea día feriado nacional no laborable como para que decidan no asistir. Las pugnas políticas y la inocultable polarización del país, JAMÁS deben superponerse a las responsabilidades de Estado como la celebración que comento. Así volveremos a perder las guerras. Entendamos que expresar fidelidad y amor a la Bandera Nacional, y reconocerla como el símbolo más excelso del Perú, es una tarea que se construye en la casa, y fuera de ella por el Estado, con educación. Los hijos que aman a sus padres serán siempre mejores ciudadanos –vean ustedes a los niños argentinos en este link: https://www.youtube.com/watch?v=TCls8PNqTtI–, y cuando conduzcan el país, serán verdaderos HOMBRES DE ESTADO. Aquel que profesa fidelidad a la Bandera Nacional jurándola, jamás será un traidor de su patria, de su jefe o de su amigo y entiende el significado comprehensivo del respeto máximo por su patria. De allí que, tal como nuestras autoridades se desnudan por su ausencia en el acto más excelso hacia la Bandera Nacional, seguiremos sumergidos en el abismo de la mayor desgracia peruana por su magro ejemplo, la de ser un país fracturado, y por tanto, muy lejos de la unidad y el desarrollo.

(*) Excanciller del Perú e Internacionalista

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