ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

La buena costumbre de regalar

Imagen
Fecha Publicación: 14/10/2022 - 22:30
Escucha esta nota

Me dispongo a escribir. La pantalla, toda ella en blanco, espera silenciosa; por lo general, no mucho. Esta vez es distinto. La miro, supongo que ella también… no tengo respuesta a su fría invitación. Me levanto para poner música con la certeza de que despertará de su somnolencia a la idea que, por lo menos, me dé alguna pista para comenzar. Me acomodo para dialogar con ella…pero la trova no surte efecto. Paseo la vista por el tenor del recinto sin otra ambición que la de esquivar la pantalla. Apurado en ese afán, de pronto un pequeño reloj de arena llama mi atención. No su estética, sino lo que representa. Aquél fue un obsequio –entre varios– que en su momento recibí de una persona muy entrañable para mí: una prima. Tenía la exquisita virtud de superar largamente el detalle de cortesía que supone el hacer un regalo. No solamente cumplía haciéndose presente con un obsequio. Para ella, “regalar es pensar en los demás, y es en este salirse de uno mismo para preocuparse del otro, donde radica el auténtico valor del regalo.” (Martí M. A. 2001) Hacer que un regalo coincida con las necesidades, expectativas o gustos de otra persona implica un regalo mayor: el tiempo. Pero, no cualquiera, sino ese tiempo que mío, podría acotarlo aprovechando las compras semanales; sin embargo, lo dono, no solamente, pensando en un objeto capaz de arrancar al destinatario esa sonrisa que pinta de regocijo por saberse querido; sino también, recorriendo con paciencia –entre mirar, consultar y escuchar– diversos establecimientos hasta materializar su adquisición. Un regalo singular para una persona singular. Por el contrario, un regalo –sin los ingredientes del pensar y del tiempo– corre la suerte de ser utilizado cual posta o testigo de carrera de relevos: se recibe y, siguiendo el protocolo, se traslada a otro ‘corredor’.
El regalo logrado con intención se convierte en un objeto con un significado para quien lo recibe. “A veces condensa toda una relación de largos años con una persona o una familia. Lleva consigo como una orla, todo un mundo de afectos y agradecimientos. Por eso ya no es para nosotros un mero objeto, sino una trama de relaciones, un ámbito. De ahí que resulte improcedente darlo nosotros a otra persona, ya que, con independencia de su valor económico, ese regalo juega en nuestra vida un papel singular, una función constructiva, por haber entrado en la red de interacciones que constituye el “ámbito” de nuestra personalidad” (López Q., A, 2003). Los regalos que me obsequió mi prima fueron pensados para mí. No los tengo agazapados en la trastienda de los objetos en desuso, habitualmente conviven conmigo en el ambiente en que mi vida discurre. Próximos y cercanos a mí, constituyen un ámbito de relaciones: son regalos que sintonizan con las características de mi personalidad y hacen presente a quien me los obsequió. Al mirarlos, se alegra la vida que, sin duda, es uno de los objetivos de regalar.

Mira más contenidos siguiéndonos en FacebookTwitter Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.