La calidad es exigente pero no despótica
Una oportuna, tenaz y eficiente respuesta ante la dación de una ley, da noticia a los burócratas de que las actitudes despóticas no tienen espacio en una sociedad plural y democrática. En este sentido, la reacción de diversos actores educativos del sector privado a raíz del Reglamento de Escuelas Privadas (DS. N° 005-2021-Minedu) me da pie para trazar el afán despótico del legislador.
1. La Ejemplaridad. “La ley busca promover la calidad educativa; por tanto, quien se opone a ella, lo hace también con la calidad”. Así fue defendida la norma por alguien del Minedu. ¿Con qué autoridad se determina el territorio de la calidad? Como ejecutor gestionando escuelas, ¿qué modelo de calidad propone el Minedu a las escuelas privadas, para que puedan seguir sus pasos e imitarla? La ley, para que tenga fuerza, no debe descansar en el poder sino en la autoridad del Sector.
2. El espíritu punitivo de la ley. Una norma debe conducir hacia el bien, procurando que pacíficamente coexistan los intereses particulares sin subvertir el orden social. Desde esta perspectiva, el conjunto de artículos o incisos de una norma van señalando y enseñando cómo alcanzar la conducta esperada. Sin embargo, si uno se colisiona con una ley que un porcentaje significativo de su articulado se refiera a sanciones, complementados con anexos en los que se especifican en detalle el importe de las multas, dudar de que su finalidad apunte al bien común no es descabellado.
3. El intervencionismo del Estado. Se advierte cuando su fin es obtener el control no solo administrativo- económico, sino ideológico. La intervención en educación afecta la pluralidad, porque el legislador prefiere la uniformidad, instaurar un pensamiento único, pero lo quiere sin invertir dinero, sino violando los bolsillos de los padres de familia y de las escuelas particulares.
4. Si yo no puedo, tú tampoco: El Estado, no contento con hacer empobrecer y arrinconar a las escuelas públicas en la indiferencia e inopia, quiere ir a por las privadas para –a pesar de sus dificultades y deficiencias– sumergirlas en la monotonía y erradicar definitivamente todo viso de esperanza en la educación.
Es necesario para el bien social que el sector educativo alce su voz en defensa de la libertad, de la soberana decisión de los progenitores para elegir la escuela de sus preferencias y de la autonomía de los centros para darle el rumbo alineado con su Ideario. Las escuelas tienen que comunicar lo bueno y los aportes que hacen a la sociedad. Su existencia no es un mal necesario. El ideal sería que cada padre pueda optar por la escuela más próxima a sus necesidades e intereses familiares. Afirmo categóricamente que el sector educativo privado no recusa ni rechaza estar inmerso y sujeto al Minedu como Ente Rector; tampoco le interesa izar la bandera de la contemporización o lenidad frente a cualquier violación de las leyes, aboga por la ejemplaridad en las sanciones… pero en quien efectivamente las comete para no secar la vitalidad del resto de los protagonistas.
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