La carrera política
Con la masificación de los videojuegos, existen miles de jóvenes expertos en juegos de guerra; sin embargo, no podrían reemplazar a los oficiales formados mediante rigurosos estudios de especialidad y años de servicio en unidades de combate; al cabo de unos treinta años de ser permanentemente evaluados, solo 1 de cada 100 llega al grado de general. Médicos y abogados, por ejemplo, deben desarrollar también una esforzada trayectoria para llegar a ser directores de hospital o socios de un estudio. En todos los casos, no basta tener estudios, es necesario además acreditar experiencia y carácter para alcanzar la cumbre.
Por el contrario, pareciera que a los peruanos nos seduce la idea de elegir como Presidente a quien no reúna los requisitos que, en otros puestos, son imprescindibles. A pesar de haber acumulado varios gobiernos en manos de aventureros y timadores, tenemos la predisposición de entregar nuestro futuro a personas sin trayectoria profesional, porque cultivan una imagen simpática y artificial, gracias al apoyo de medios periodísticos convenientemente comprometidos. El problema es que la función pública, como cualquier otra actividad compleja, requiere de estudio, talento y experiencia. El estrés cotidiano va formando el carácter y preparando al político para asumir mayores responsabilidades. Si bien no existe el éxito sin una cuota de suerte, también es rigurosamente cierto que la calidad no es fruto del azar.
Las sucesivas medidas reformadoras no solo apuntan a concentrar poder en el Ejecutivo, están destruyendo también la meritocracia política en nuestro país, alejando de la actividad partidaria a miles de jóvenes con auténtica vocación y desarticulando a las organizaciones permanentes que reclutaban y formaban aspirantes a la función pública. Si seguimos aceptando la estrategia de quienes planean ocupar el vacío existente en los espacios de decisión política, pronto nos encontraremos eligiendo solo entre los “simpáticos” candidatos previamente seleccionados por los nuevos detentadores del poder.
La historia nos demuestra que el verdadero liderazgo hace la diferencia entre el éxito y el fracaso, siendo el de Angela Merkel el mejor de este terrible año, obviamente no por casualidad. Recién afiliada a la CDU socialcristiana, fue elegida por primera vez diputada en 1990, en el primer Bundestag desde la Reunificación alemana; desde entonces, ha sido parlamentaria por treinta años, ministra en varias ocasiones, presidenta de su partido desde el 2000, y luego jefa de gobierno por cuatro períodos. Su éxito guiando a Alemania es la lógica consecuencia de toda una vida enfrentando crisis y superando obstáculos.