La casa
César Vallejo escribió: “Cuando alguien se va de una casa, alguien queda. El punto por donde pasó un hombre, ya no está solo. Únicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado. Las casas nuevas están más muertas que las viejas, porque sus muros son de piedra o de acero, pero no de hombres. Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla”.
El gran creador de Santiago de Chuco, ese pequeño pueblo de casitas bajas y melancólicas típicas de la región andina, en donde la gente habla de la muerte como si tratara de un amor que las extraña, dijo en ese mismo texto: “Una casa vive únicamente de hombres, como una tumba. De aquí esa irresistible semejanza que hay entre una casa y una tumba. Sólo que la casa se nutre de la vida del hombre, mientras que la tumba se nutre de la muerte del hombre. Por eso la primera está de pie, mientras que la segunda está tendida”. Y rubricó: “Los pasos se han ido, los besos, los perdones, los crímenes. Lo que continúa en la casa es el pie, los labios, los ojos, el corazón”.
En el otro lado del mundo, en el pueblo de Orfalese, Líbano, el poeta Khali Gibrán Khali le pregunta a sus paisanos: “¿Qué tenéis en vuestras casas? ¿Y qué guardáis con puertas y candados? Vuestras casas no serán un ancla, sino un mástil. No serán la cinta brillante que cubre una herida, sino el párpado que protege el ojo. No viviréis en tumbas hechas por los muertos para los vivos. Vuestras casas no se adueñarán de vuestro secreto, porque lo que en vosotros es ilimitado habita en la mansión del cielo”.
Para Martín Heidegger, el gran filósofo, ser y habitar se equiparan. “En el salvar la tierra, en el recibir el cielo, en la espera de los divinos, en la conducción de los mortales, acontece de un modo propio el habitar como el cuidar”, escribió, al mismo tiempo de señalar sobre su propia casa: “Cuando en la profunda noche del invierno una bronca tormenta de nieve brama sacudiéndose en torno de la casa y oscurece y oculta todo, entonces es la hora propicia de la filosofía. El esfuerzo por acuñar las palabras se parece a la resistencia de los enhiestos abetos contra la tormenta. Y el trabajo filosófico tiene una íntima relación con el trabajo de los campesinos.” Al respecto, escribe Cristina Rivera Garza: “Más que un parapeto contra el mundo, la casa, por el contrario, era una apertura. Además de un espacio, la casa también era un método de vida y de pensamiento. El rectángulo de la residencia y el rectángulo de la página en blanco vueltos ambos pura habitación. “
Vallejo, Gibrán, Heidegger…cualquiera, sabe que su casa es su cabaña bajo el sordo cielo. Y su guarida.
Jorge.alania@gmail.com
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