La concha de la semana
Me voy a tomar sin permiso la denominación del divertido rincón “La Concha de la Semana” de la emblemática revista Caretas para referirme al inmenso cuajo del aún presidente de la FPF, que un día después de su liberación no tuvo mejor idea que viajar a Asunción bajo el pretexto de asistir a un Congreso de la Conmebol.
No contento con semejante e inoportuno propósito perpetrado por sus majaderos pares continentales y, pese a su situación de investigado por el Poder Judicial, estuvo en fila para premiar a los jugadores que disputaron la final de la Copa Sudamericana, dejando en el subsuelo el poco prestigio de la dirigencia peruana, hoy sepultada por supuestos casos de corrupción, pero sí probado absoluto rechazo popular ante la desastrosa gestión de Agustín Lozano.
Es decir, la concha de la semana es un vulgar sainete para este sujeto que, por decoro primario, se pudo esconder de las cámaras o hacerse a un lado en toda la ceremonia, evitando aparecer en esas imágenes que lo retrataban sonriente y desenfadado, fresco y altanero, inocente de todo cargo o culpa apenas días después de lucir enmarrocado el pasado 7 de noviembre, acusado por un fornido atestado elaborado por una Fiscalía Provincial.
Estamos frente a un hecho que pone en el tapete la seria advertencia a fiscales acusadores y jueces determinantes de la frescura de este individuo, que bien merecería la destitución de la presidencia por parte de la genuflexa Asamblea de Bases y, de esta forma, dejar la cancha libre para que en tribunales su caso continúe sin manipulación alguna, lo que consideramos medianamente improbable por lo que significa el manejo interno de este organismo.
O, en todo caso, que Arturo Ríos, encargado de la presidencia desde hace tres semanas, le pida su renuncia, tomando en cuenta que su nombre sigue estando en las portadas de los medios, haciendo cada día mayor daño a nuestro fútbol y dejando en la miseria todo resquicio de decencia, si cabe el término, en la medida en que pretenda seguir mamando de esa teta federativa.
Mientras tanto, el manejo de la entidad es un asunto que ha pasado a segundo plano, incluyendo el desastre de nuestra selección en las eliminatorias y su protagonismo relegado al último lugar, que, recordemos, es una posición que jamás tuvimos como corolario de una campaña tan mala y con cifras negativas desde el primer día, con ello echando a perder todo lo que se había avanzado hasta el Mundial de Rusia.
Lo más alarmante es un entrenador desahuciado por sus propias declaraciones antes de viajar a Buenos Aires, sacando cuerpo y afirmando que el problema era nuestro, “de los medios y no suyo”, con un señor Fossati fungiendo de libretista de un programa cómico con semejantes teorías dignas de registrarse en el anecdotario más sugerente.
Cerramos el año de la peor manera, sin nada que ofrecer a la afición que siempre acompañó a pesar de los obscenos resultados y, por añadidura, con la firme esperanza de que la dirigencia sea relevada y que aparezcan personas bien intencionadas, capaces de corregir lo malo y lo torcido que ha ocurrido, y de paso, con autoridades judiciales llamadas a actuar con probidad y sin venganza, aplicando lo que corresponde, ni más ni menos.
Sin duda que, a esta altura, hay un asunto aún por resolver. Pugnan por la autoría de la concha de la semana: el entrenador, que apareció impávido, y el presidente, mostrando su cinismo en la tele. A ver quién se la lleva. Corren las apuestas.
Por Bruno Espósito Marsán
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