La constitución no es un “arma liberadora”
La constitución del Estado es el aire que se respira, y no un “arma liberadora”. Este artículo constituye un contraargumento al sofisma estratégico del cambio constitucional planteado por Boaventura de Sousa Santos, el Foro de Sao Pablo y la izquierda latinoamericana y peruana. Asimismo, constituye una develación de la instrumentalización estratégica que la izquierda peruana pretende perpetrar contra la constitución, el poder constituyente, y el orden jurídico en general, con el propósito de llevar a cabo un cambio constitucional que en verdad signifique un cambio de régimen político y, como consecuencia, la instauración ipso facto del socialismo en el Perú. Las teorías foucaultianas de la “inexistencia del afuera de la ley y de la constitución”, y del “infra-derecho”, son epistemológicamente más fuertes y éticamente más nobles que la “sociología de las emergencias” y que la “función emancipadora del derecho” esgrimidas por De Sousa Santos. De modo que este artículo es un contraargumento epistémico, una develación estratégica, y un desenmascaramiento del lenguaje con doblez de la izquierda.
La propuesta de una nueva constitución es teóricamente anómala. No parte de la normalidad del derecho, sino de la sociología de un supuesto sub-derecho. No tiene nada que ver con la teoría de la constitución, sino con la teoría de la conspiración. Este es un contraargumento de completitud, porque la izquierda propone un nuevo texto constitucional de carácter político refundacional que nada, o muy poco, tiene que ver con nuestra constitución histórica; y es un contraargumento de orientación, porque las premisas de la revolución social moderna y de la prosperidad económica son incompatibles con la teoría izquierdista del cambio radical del capítulo constitucional que establece el régimen económico liberal. Stephen Toulmin, el maestro del contraargumento, enseña que a fin de plantear oposición y redargüir el argumento contrario nuestra narrativa debe empezar por exponer los sofismas del enemigo: De Sousa Santos, en Derecho y emancipación, postula una sociología de las emergencias, en la cual reactualiza la idea de que los llamados órganos de democracia directa construyen un poder popular no hegemónico que deviene en germen del nuevo derecho socialista. Este viejo ícono del pensamiento izquierdista recomienda a sus partidarios “la utilización estratégica” de las instituciones jurídicas formales y liberales, y llega a establecer el siguiente catálogo, o camino, de la conspiración contra el Estado de derecho en general, y contra la constitución en particular: Primero, la utilización de la herramienta hegemónica llamada constitución en una determinada lucha política; segundo, la integración de la demanda constitucional con movilizaciones sociales y políticas más amplias que incluyan acciones tanto legales como ilegales; tercero, diseminar esta legalidad subalterna teniendo como objetivo la sociedad civil incivil y la sociedad civil extraña, y cuarto, someter los principios modernos de regulación social y política a una hermenéutica de la sospecha.
Michel Foucault, en Vigilar y castigar, ubicaría a este pensamiento contra constitucional, y subterráneo, de la izquierda como parte del infra–derecho. He dicho: Como parte, no como todo, ni como lo más importante del infra-derecho. Foucaultianamente, toda sociedad produciría infra–derecho. Aun así, en nuestra sociedad de la vigilancia, por ser una expresión moderna, se lleva a cabo la distinción entre la esfera de lo público y la esfera de lo privado, entre la sociedad civil y la sociedad política. De Sousa Santos se equivoca: no existen la sociedad civil incivil y la sociedad civil extraña. Todos estamos dentro del círculo del derecho, y de la constitución, de Foucault. Todos: incluso la izquierda sofística y el resto de la anormalidad.
Lo que ocurre es que la nueva izquierda es como la vieja izquierda: siempre tuvo los sesgos de llenarse de teoría abstracta y de, estratégicamente, negarlo todo. La izquierda ha explicitado su pensamiento estratégico, y ha variado sus formas de lucha: hoy, su línea estratégica tiene como mecanismo fundamental instrumentalizar la constitución, por supuesto en una negación del derecho, y su táctica tiene como mecanismo básico actuar desde dentro de las instituciones y jugar con las reglas de la democracia. El pensamiento estratégico de la nueva constitución no ha sido hecho por constitucionalistas, sino preeminentemente por sociólogos y activistas. Concluyamos: foucaultianamente, la constitución es el principio o el aire que respira la sociedad civil, y no una “hoja de papel” o un “arma liberadora” de la democracia liberal y del capitalismo.
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