La costra y la casta que avergüenza al Perú
La costra purulenta de la que hablamos desde hace un tiempo parece no tener límites. Faltan palabras y espacio para denunciar el descaro de quienes, en mala hora, elegimos para regir nuestros destinos. Por ello, es urgente expresar la indignación que refleja el agotamiento y la frustración ante comportamientos descarados y hasta delincuenciales.
Ahora resulta que, no conformes con practicar el “mochasueldismo”, los congresistas decidieron aumentarse un rubro de ingresos incoherente, llamada “función congresal”. ¿Acaso no han sido elegidos para ejercer esa función y reciben un jugoso sueldo y gastos de representación por los que no rinden cuentas?
Mientras tanto, la pobreza en el Perú ha aumentado por segundo año consecutivo, alcanzando cifras que rivalizan con los niveles de una pandemia. Paralelamente a la caída de la economía en 2023 (-0.6%), que derivó en una recesión, las cifras de pobreza se han incrementado en el último año, del 27.5% al 29%, según el INEI.
El populismo que es bandera de la costra caviar se pierde en programas como PRONAA, FONCODES, CUNA MAS, JUNTOS, PENSIÓN 65, QALI WARMA y ahora EDUCUNA, que son una burla a los más pobres que solo aspiran a trabajos dignos, no limosnas y que optaron por un gobierno comunista. Ahora deben estar lamentándose por lo que sucede.
A su vez, la fiscalía y la justicia pareciera estar en manos de delincuentes que actúan según lo que indica, desde su escondite, un “caviar” libre de la justicia. Bajo esa batuta, la semana pasada, el hermano de la presidenta y 21 personajes vinculados al poder palaciego fueron detenidos y allanados sus domicilios en busca de, dicen, información sobre una probable organización criminal liderada por Nicanor Boluarte.
Por su parte, los delincuentes confesos del Club de la Construcción se pasean libremente, al igual que Odebrecht y sus cómplices. ¿Hasta cuándo los peruanos seguiremos eligiendo a impresentables e ignorantes de nuestra realidad? Esos impresentables mienten y sin vergüenza afirman, como hizo un congresista en tv nacional, que, si a un funcionario no se le paga bien, entonces es lógico que se corrompa.
Los alcaldes tampoco se cansan de impresionarnos con casos que califican para una antología de la corrupción. Hace unos días vimos cómo una banda de delincuentes tomaba por asalto una ambulancia y luego de golpear a los policías, huyen encubriendo a su compinche. ¡Perdón queridos lectores! No era una banda de delincuentes, eran serenos de Puente Piedra atacando a la policía para impedir que su alcalde, cuya camioneta particular se había estrellado contra una caseta de peaje fuera llevado al hospital y pase el dosaje etílico.
Y en otra sección de la costra purulenta, encontramos a los dirigentes del SUTEP, que no contentos con haber llevado a los estudiantes peruanos a los últimos lugares en evaluaciones internacionales, amenazan con paros para exigir aumentos de sueldos. Parece que no están satisfechos con que sus colegas de costra en el Congreso hayan aprobado una ley para que maestros incapaces ingresen a la carrera magisterial por la puerta falsa, sin examen ni evaluación.
¿Hasta cuándo queridos amigos? Meditemos y en las próximas elecciones digamos ¡Basta ya! Acabemos con esta gavilla de delincuentes que tenemos por autoridades y exijamos rendición de cuentas por parte de quienes ocupan cargos públicos.
Necesitamos reformas profundas en las instituciones para prevenir y sancionar la corrupción, empezando por el Poder Judicial, la malhadada JNJ y el Ministerio Público, hoy rehenes de una ONG y de su titiritero mayor.
Muchos vemos con sana envidia a países como Singapur donde la corrupción se sanciona con pena de muerte. Tal vez sea el momento de denunciar el pacto de San José y retirarnos de la CIDH y sus despropósitos (o adefesios como los califiqué) que solo sirven para defender terroristas y delincuentes mientras nuestra sociedad se hunde en el fango y la podredumbre de la corrupción.
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