La cuestión de confianza
El Congreso le dio su confianza al Consejo de Ministros que preside don Aníbal Torres. Esto era de esperarse, siendo un Legislativo integrado por un arco iris de conciencias, algunas de ellas coherentes, aunque la mayor parte socialconfusas con una formación intelectual bastante precaria. Estas limitaciones les lleva al facilismo del compadrazgo y a ese trapicheo dirigido a canjear prebendas personales y/o grupales -provenientes del poder Ejecutivo- por votos suyos incluso opuestos a los compromisos establecidos con la ideología del partido que le sirviera de plataforma al candidato para ocupar una curul legislativa. Ese desorden mental motiva a que parlamentarios que representan a partidos políticos con acendrado talante democrático, acaben votando a favor de un poder Ejecutivo que apela a todo lo que tenga a su alcance para violentar las bases democráticas y, de la misma manera, para resquebrajar el Estado de Derecho. Como es el caso del régimen que preside Pedro Castillo. Quizá por estrategia no lo diga el presidente de la República Castillo; pero sí lo precisa, de manera muy clara, el ideario del partido Perú Libre, por el cual postuló. Más aún, los términos antidemocráticos los repiten como loros tanto Vladimir Cerrón, dueño de dicho partido político, como sus principales dirigentes.
¡Estamos pues notificados! Gente como el multimillonario de las universidades César Acuña y su hijo; otro magnate del mismo rubro como José Luna Gálvez y su mesita de noche, Enrique Wong; o los acciopopulistas Carlos Enrique Alva, Aragón, Arriola, Doroteo, Espinosa, Flores, López (alguno de los cuales figuran como integrantes del clan “Los Niños”, denunciado por Karelim López), votaron por darle confianza al gabinete Torres. Finalmente, Eduardo Salhuana y Rolando Ruiz, del partido de Acuña, pusilánimemente evadieron sus responsabilidades absteniéndose.
Así es la calidad de nuestros padres de la patria. Una clase con la cual definitivamente jamás construiremos patria. Gente que antepone sus intereses a los de la nación. El martes fue, probablemente, una de las últimas ocasiones para mostrarle al extremismo que la democracia peruana está unida. El fracaso, a no dudarlo, agravará la desunión entre los millones de peruanos que protestan diaria pero silenciosamente, y a aquellos otros pobladores que lo hicieron el sábado último, quienes se consideran engañados, defraudados porque con sus votos acabaron eligiendo a gente tránsfuga, que continúa traicionando impunemente los principios por los cuales postularon al cargo. Entre tanto el pueblo se debate en una cada vez más honda crisis sociopolítica, con la espada de Damocles puesta en la nuca ante la amenaza del cambio de Constitución, siguiendo el libreto elaborado por La Habana y ejecutado por el Foro de Sao Paulo.
Porque Castillo se resiste a firmar un compromiso con el país en el que quede en claro que renuncia a los postulados del partido Perú Libre propiedad del condenado por corrupción Vladimir Cerrón. Las palabras se las lleva el viento, señor Castillo. Y comprenderá, además, que su palabra está totalmente devaluada, tras aquel abecedario repleto de mentiras en cual ha incurrido desde que asumió la jefatura del Estado. ¡Vacancia o Acusación Constitucional!
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