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La decadente política peruana

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Fecha Publicación: 26/07/2019 - 22:20
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La sesión del Congreso del jueves fue sencillamente ignominiosa. El Perú nunca esperó ver un espectáculo tan deplorable, como humillante. Censurable la existencia de legisladores elegidos por la población para integrar durante cinco años el Parlamento Nacional, exhibiendo una artera posición favorable la clausura de un poder del Estado impulsados por un presidente postizo, aventurero, golpista y sin calado de estadista, para solventar situaciones que ocurren siempre en el jugo democrático. Porque el propósito de la pretensión inconstitucional y antidemocrática de Martín Vizcarra no es otro que saciar su inquina contra la oposición. Como incapaz que es, Vizcarra apela al arte de la persuasión y la dialéctica caminando de la mano de la progresía marxista, que busca vilmente desquitarse de aquellas dos agrupaciones políticas anticomunistas, Apra y Fuerza Popular.

Dos partidos que desbarataron la feroz asonada terrorista con la que simpatizan estos progre-marxistas que nos gobiernan, por culpa de cuatro nefastos presidentes -Toledo, Humala, Kuczynski, Vizcarra- que claudicaron ante la izquierda, chantajeados por esta corriente corrompida acostumbrada a manipular el poder a cambio de silenciar las podredumbres que le conocen.

El ridículo afán de legisladorcillos como Gino Costa -sicario del poder Ejecutivo en este atentado  por disolver el Congreso- ha sido calcado el modelo de Alberto Fujimori del cual tanto renegó la misma gente que hoy empuja a Vizcarra a disolver el Legislativo. Esto demuestra la sinrazón de quienes anteriormente practicaban una mayoría congresal dominante que no le concedía tregua a Fujimori en su batalla por enfrentar al terrorismo y sacar al país de la quiebra financiera.

A esa posición de dominio en el Parlamento –por parte de mucha gente del vargallosismo, unida a los rojos- en ese entonces el régimen Fujimori la calificó de oposición destructiva. Tal cual lo hiciera hace poco Kuczynski -y ahora lo hace Vizcarra- con la mayoría legislativa que hoy maneja el fujimorismo. Lo alucinante es que en los años noventa Fujimori fue acusado por golpista en su calidad de autor intelectual del cierre del Congreso.

La imputación provino de la mismísima corriente progre marxista que ahora pugna por clausurar el Parlamento, bajo el paraguas de un muñecón apellidado Vizcarra, argumentando el mismo obstruccionismo que hoy alega el progre marxismo. Que Vizcarra interiorice bien lo que puede ocurrirle. Las consecuencias del golpe de Estado que perpetró Fujimori fue su procesamiento y condena -con bendición de la supranacional CIDH- acusado de violar el orden constitucional.

Apostilla. El comportamiento pusilánime, inclusive cobarde, de muchísimos legisladores que se exhiben como demócratas -asustados por la amenaza de disolver el poder Legislativo decretada por un bueno para nada como Vizcarra- demuestra que la clase política peruana se encuentra en franca decadencia. Los peruanos demócratas han sentido indignación al verlos cabildear, muy apuraditos, para que el Congreso apruebe tal cual los estrafalarios proyectos de reforma electoral enviados por palacio de gobierno. ¡Y hacerlo en el plazo que ordenaba el ucase de Vizcarra! Felizmente esta gente no podrá ser reelecta. Lástima que los escasos legisladores valiosos que trabajan en nuestro Parlamento también se encuentren impedidos.