La decisión de Honduras de dejar Taiwán por China
La apasionada presidenta de Honduras, Xiomara Castro, que hace pocas semanas había dicho frontalmente de que Dina Boluarte era usurpadora del poder político en el Perú, originando que el Gobierno retire definitivamente a nuestro embajador en Tegucigalpa, ha tomado la decisión de concluir la tradicional política exterior hondureña de reconocimiento de Taiwán -oficialmente República de China- como Estado, pasando a iniciarlas con la República Popular China o China continental.
Con la seriedad que nos exige la academia desde el derecho internacional, poco se podría decir sobre la decisión de la mandataria dado que está fundada en la soberanía de los Estados y desvincularse en el momento que les parezca de otros miembros de la comunidad internacional y de hacerlo hasta con los extraterrestres. Recordemos que Taiwán, la isla rebelde, se constituyó en Estado luego de que Chiang kai-shek se apostara en Taipéi con los nacionalistas del Kuomintang que lideró, al abandonar la China continental por el triunfo de la revolución encabezada por Mao Tsé-tung, en 1949.
Desde entonces con el manto protector de Estados Unidos, que hasta por su enorme poder e influencia la ingresó en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Taiwán ha sido una verdadera piedra en el zapato para Beijing.
Sin Honduras, a la fecha son 13 los Estados que la reconocen, incluidos el Vaticano, Paraguay, Guatemala, Haití, entre otros. Aunque Washington no la reconoce oficialmente -tampoco la ONU-, bien que la protege contra las pretensiones de China de invadirla.
La situación real de este país de 35,970 km2 y casi 24 millones de habitantes es jurídica y políticamente compleja. En Perú solo cuentan una oficina de asuntos comerciales y su representante no tiene el estatus de embajador.
Xiomara Castro ha elegido el pragmatismo y aunque es legítimo, el giro que ha dado no es por convicciones históricas, jurídicas o políticas sino por estado de necesidad.
Su decisión ha sido osada y todavía no sabemos si fue audaz. Beijing hará todo para que la presidenta sienta que el paso dado es acertado pero los gobernantes no deben ignorar en sus decisiones la circunstancia geopolítica intrínseca de sus países.
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