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La del Campo de Marte no le alcanza

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Fecha Publicación: 08/02/2024 - 21:20
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Las manecillas del enorme reloj Edox, a cuerda, del Estadio Nacional, tribuna sur, marcan las 11 y 30 de la mañana y el austríaco Edwin Heeger hace sonar su silbato dando inicio al partido. Mientras arranca nos entretenemos escuchando a Oscar Artacho, relator y director de “Pregón Deportivo” en Radio El Sol.

Es la década del 60. El balón rueda en el Coloso de José Díaz. Las tribunas se ven medianamente pobladas por la hora temprana y aunque suene irreal para las nuevas y no tan nuevas generaciones, se comienza a disputar el clásico del fútbol peruano entre Alianza Lima y Universitario. ¿Qué cosa? Clásico a esa hora, día domingo, cómo es posible!!!

Hay algunos jugadores que han acelerado el paso apurados por la mala noche. No hay urracos capaces de sacarlos al fresco, pero todas las evidencias están allí: ojerosos, sin dormir, no hay concentración, uno que otro con tufo fresco, la tienen vivita.

Hace más de 60 años el fútbol profesional era patrimonio de 10 clubes, todos de Lima y Callao, el descentralizado se cocinaba a fuego lento y emergía como una novedad con equipos de provincias. En la época se disputaba el “Campeonato de Selección y Competencia”, las programaciones estaban fijadas por la suma de puntos de los protagonistas. La taquilla se dividía de acuerdo a la viveza del delegado de turno. Los grandes hacían prevalecer su arrastre y los chicos recibían migajas.

No era la primera vez que los “compadres” andaban de capa caída e inauguraban la jornada triple dominical antes de la misa de las 12. Sus resultados eran tan pobres que la suma de puntos no les alcanzaba.

El público agolpado en las populares y pagando un boleto caro en Oriente y Occidente gozaba del clásico mañanero. No hay televisión, emisoras radiales sí; el palco de prensa reúne a figuras del periodismo de antaño. Oscar Torres Bouroncle, Papá Zegarra, Guillermo Alcántara, en casetas Raúl Goyburu, Pocho, Alberto Mecklenburg, a nivel de campo “Chocherita” Sandoval sólo para contestar la clásica y obligada consulta “cuál es la pila”. Otra respuesta no sabe el popular Ramón.

El clásico ha estado salpicado de todo. Goles, broncas y escupitajos, expulsiones que Heeger con la flema austríaca toma del brazo al jugador y lo pone de patitas en la línea de lateral. No hay cuarto oficial, no hay VAR, que va, no hay tarjetas, los equipos salen por los vestuarios de los túneles de la tribuna sur. La “U” en el camarín por el lado cercano a occidente y Alianza por el lado de La Victoria, es decir, que mira a oriente. Si les cambian de vestuario no se juega. Es una afrenta que no se permite.

Cuando en la semana los delegados han firmado los convenios le dan cabida a los otros equipos que completan la jornada. Estos extienden la mano sonrojados para recibir al menos 5 por ciento. Es decir, pese a que los compadres son preliminaristas, no creen en nadie, y se llevan la torta casi completa, es decir, el 80 por ciento o quizás más. Esto viene desde las épocas remotas. Hoy al menos estas aberraciones ya no existen. Ahora cada uno baila con su pañuelo como dueños de fecha o localía.

Así se han formalizado por muchos años programaciones abusivas que nunca hicieron reparticiones menos insultantes. Atención que alguna vez hubo equipos que jugaban gratis y los fondistas les pagaban los árbitros. Qué buena gente esos clubes, Dios mío!!

Podemos llamar fútbol profesional a este desmadre cuando un sujeto como Lozano quiere que la Segunda, hoy rebautizada como Liga 2, active su campeonato sin darles un centavo. La que se maneja este seudodirigente es de antología. La del Campo de Marte no le alcanza.