La del estribo
Definida la comparecencia del Gabinete Pedro Cateriano ante el Congreso el 3 de agosto, a fin de recabar el voto de confianza, quedó desbaratada la hipótesis sugerida en esta columna respecto a la secuencia que el flamante premier estuvo buscando para anticipar una especie de “vómito negro” (asumir el pasivo gubernamental de la lucha contra el coronavirus) previo al mensaje del presidente Martín Vizcarra el día central de fiestas patrias y que éste pueda delinear anuncios esperanzadores en el mismo (“El discurso del 28”, EXPRESO 19 de julio).
Todo indica que Cateriano renunció a jugársela por esa posibilidad viendo la inmediata reacción contraria de los voceros parlamentarios de diversas bancadas. La mayoría de los legisladores quiere que el primer mandatario deje de caminar bajo la lluvia sin mojarse y sea el primero en reconocer –aunque sea mínimamente– su gran fracaso. Como hábil político, el premier le habría propuesto un plan B: que el “vómito negro” y los golpes de pecho se realicen con cuentagotas, empezando por el “desfase” en el número de muertos a consecuencia de la pandemia.
El consejo resultó procedente y la actualización de la dramática cifra de fallecidos corrió a cargo de quien tiene el más alto índice de credibilidad en el actual gobierno, la nueva ministra de Salud Pilar Mazzetti. Sin embargo, aún con tamaña fortaleza, las dudas y sospechas de un interesado ocultamiento de la realidad permanecieron vivas, alentadas no por opositores declarados del vizcarrismo, sino nada menos que por quien fuera integrante del entorno del ex titular de esa cartera, el economista Farid Matuk.
Y la misma doctora Mazzetti afirmó que los niveles de contagio seguirán una curva ascendente. Y Vizcarra se vio obligado a pedirle disculpas a Celia Capira, la hoy viuda que corrió detrás de su rauda comitiva cuando ella demandaba a gritos, sin éxito, que vea las carpas donde desfallecían su esposo y otros pacientes en Arequipa. Y se formó un comando Covid central para esta región luego que se dispararan hacia arriba los indicadores de afectados, vista la negligencia de su gobernador –el mismo que arrodilló al presidente en el caso Tía María– para cumplir su trabajo.
Todo un gran esfuerzo a fin de que el discurso del 28 no abunde en los golpes de pecho y tenga más bien espacios optimistas. Ya no anuncios espectaculares como un referéndum ni el adelanto de elecciones. Una arenga más a las muchas que oímos en las soporíferas conferencias del mediodía de los cuatro meses anteriores.
Con todo, el último mensaje presidencial buscará la épica en medio de apuntes de sinceramiento. Lo neurálgico reposará en cómo devolver a millones de peruanos al circuito del empleo, la producción, la seguridad sanitaria y ciudadana, la confianza pública, la opción educativa escolar y universitaria, la vida saludable. Todo en déficit por el Covid-19.
Tuvo a bien Miguel de Cervantes Saavedra actualizar la copla castellana “puesto ya el pie en el estribo” en la dedicatoria que hizo a Pedro Fernández de Castro de su obra –convertida en póstuma– “Los trabajos de Persiles y Sigismunda”. Le otorgó un desarrollo logrado y conmovedor, muy distinto al vulgar “la del estribo”, popularizado en las cantinas. Dependerá de Vizcarra acercarse a Cervantes o a la cantina en la disertación oficial culminante de su mandato.