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La democracia debe estar en la conciencia ciudadana
La democracia entendida como forma de gobierno, en la que el pueblo es el que se gobierna, sirve de fuente de inspiración de los países cuya estructura se orienta al establecimiento de un Estado de Derecho, como sistema político. Para ello se requiere que los Estados, dentro del ordenamiento jurídico que producen, necesitan establecer los instrumentos que permitan que el común de las personas, de acuerdo a condiciones mínimas que se exijan, puedan dar su opinión cuando se trata de elegir a sus autoridades, así como cuando es consultada sobre un asunto que le interesa a la colectividad.
La implementación de los instrumentos de participación ciudadana tiene especial importancia, a fin de orientar la conducta y comportamiento de las personas en la dinámica política, evitando que se usen acciones, además de ilegales, que atentan en contra del derecho de los demás. Al respecto es conocido el dicho que dice: “el derecho de las personas termina donde comienza el derecho de los demás”.
En ese sentido, la democracia debe entenderse bajo tres criterios, que le son concurrentes; es decir, la democracia debe ser representativa, participativa e inclusiva, a fin de lograr alcanzar que esa democracia funcione realmente.
Representativa, en cuanto quienes ejercen el poder lo hacen en nombre y representación del pueblo; y el voto ciudadano es el instrumento que permite su aplicación. Es participativa cuando, después de que la población elije a sus autoridades, quienes actúan en su representación, necesita tener la posibilidad de poder participar directamente en el manejo del poder, y para ello existen instituciones políticas que los países pueden incorporarlas a su sistema normativo, como lo son: el derecho de iniciativa ciudadana en la formación de leyes y en la reforma constitucional, el referéndum, el plebiscito; así como también la democracia es participativa cuando se instrumenta su funcionamiento, permitiéndole a la población para que directamente pueda controlar al detentador del poder, como lo son: la revocatoria y remoción de autoridades, y la demanda de rendición de cuentas. Y será inclusiva en la medida en que los derechos de participación ciudadana no se restrinjan por razones de raza, credo, sexo, nivel educativo, social y económico, ni menos por la actividad dentro de la cual actúa la persona.
Pero, para conseguir alcanzar ese nivel de desarrollo del sistema democrático es fundamental atender, con especial interés y preocupación, la cultura política del pueblo. Pues, nos podemos dar las mejores normas y podemos implementar el ordenamiento jurídico con una variedad de mecanismos de participación política de la ciudadanía, pero si quienes tienen que utilizarlos (es decir, el pueblo), no tiene conocimiento de qué se trata y para qué sirven, de nada serviría que aparezca en la norma. Y, lo peor, al desatenderse el desarrollo de la cultura política de la población, sobre los asuntos que requiera su opinión le expone a que se use su desinformación y el desconocimiento, para manejarla o engañarla, abusando de su bajo nivel cultural.
En ese sentido, no hay desarrollo de la democracia sin el desarrollo de la cultura política de la ciudadanía.
Estos comentarios nos llevan también a tener que enfatizar sobre la necesidad de entender que, para que funcione la democracia, esta tiene que ser un concepto rector que oriente y guíe el comportamiento de las personas en su diario vivir; de allí la razón por la cual, se ha dicho muchas veces, la democracia no es únicamente una forma de gobierno, sino una forma de vida política, en la que todos los integrantes de la sociedad se encuentren involucrados y comprometidos en la forma como se conduce y maneja la administración de su Estado.
Si se logra alcanzar que el común de las personas entienda qué es la democracia y para qué sirve o, lo que es lo mismo, tome conciencia de su importancia, se podrá conseguir que la realidad social de los pueblos sea más justa y equitativa y, bajo ese mismo criterio, funcione también la sociedad internacional en su relación entre los Estados.