La democracia, los partidos políticos y la educación
El alto número de partidos políticos ya inscritos en la Oficina de Registro de Organizaciones Políticas del JNE, que llegan a 37 en estos momentos y que otros 20 se encuentran en “cola” para ser reconocidos como tales, nos obliga a preguntarnos ¿qué está pasando en el Perú y qué nos espera para lo que serán las próximas elecciones generales?, en las que de seguro podríamos tener hasta 40 candidatos a la presidencia de la república. La democracia, no únicamente como una forma de gobierno sino como una forma de vida política, la entendemos como la fuente de inspiración en la que el pueblo juega un papel preponderante en el origen y en el ejercicio del poder, en procura de lograr que quienes lo ejerzan lo hagan en nombre y representación de quienes los hayan elegido. En ese sentido, y orientado a conseguir que, como tiene que ser todo funcionamiento de un sistema político democrático, la pluralidad ideológica (dentro del marco de lo políticamente razonable en su aplicación) es una de las características que acompañan su actuación; razón por la cual, la normativa que regula su funcionamiento debe considerar la posibilidad de que puedan tener acceso a la dinámica de la vida política una variedad de ideologías diversas que inspiren el actuar de las agrupaciones partidarias, pero sin dejar de establecer la necesidad de que ninguna ideología pueda ser promotora de violencia social para alcanzar las metas que ella promueva. En consecuencia, la paz social y la implementación de condiciones que permitan alcanzar el bienestar general que toda comunidad aspira deben ser el objetivo de aplicación de cualquier concepción ideológica; por lo tanto, sin perjuicio de atentar en contra de la mencionada pluralidad, las normas legales que regulen su actuación deben de tomar en cuenta ello.
Hay que agregar a las condiciones antes mencionadas la existencia de partidos políticos, como forma de agrupación de personas que procuran alcanzar la posibilidad de que, directa o indirectamente, logren obtener el poder para, se supone, atender el interés general, a diferencia de los llamados grupos de presión, los cuales persiguen obtener beneficios individuales para los integrantes del grupo. El elevado número de organizaciones políticas que hoy tenemos es la respuesta al alto grado de incertidumbre e insatisfacción ciudadana, que se sintetiza en el alto grado de impopularidad que tienen nuestras altas autoridades, tanto del Ejecutivo como del Legislativo, reflejadas en las encuestas que, por muy forzadas que estas puedan ser, no están lejos de objetivar nuestra actual realidad. La denominación que han adoptado gran parte de los partidos políticos ya inscritos trata de aproximarse a sintetizar el sentimiento ciudadano en pocas palabras. Pero lo que se está evidenciando es que, independientemente de cumplir con las formalidades para inscribirse, lo cierto es que hay una gran fragilidad en la estructura partidaria de las organizaciones políticas ya registradas; lo cual se deriva, a su vez, en una natural debilidad, de lograr acceder al poder para manejar la toma de decisiones desde la función gubernamental.
Este panorama, que refleja nuestra realidad, es el que genera los acuerdos interpartidarios donde, como lo estamos comprobando, prima el interés particular o del partido, en desmedro del interés general. Ello trae como consecuencia que las agrupaciones políticas tengan una existencia efímera; pues, su vigencia está supeditada, únicamente, a los resultados electorales. Las normas legales que regulan el reconocimiento de las organizaciones políticas podrían ser más exigentes como, por ejemplo, elevar el número de adherentes que la agrupación partidaria tenga que presentar para ser reconocida como tal, pero considero que allí no está el problema. El problema está en la conducta o comportamiento político del ciudadano cuando firma una lista de adherentes y, especialmente, cuando tiene que sufragar y, con su voto, elegir a sus representantes. Por lo tanto, el problema es más de origen; es decir, la voluntad del elector es la que debe señalar el camino que se ha de seguir. Razón por la cual, sin esperar que pase más tiempo, es necesario iniciar, de manera efectiva, una gran campaña de orientación ciudadana que permita que comience a desarrollarse la cultura política de la población peruana.
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