¿La derecha está siendo tonta útil de Antauro?
Nadie puede poner en duda el éxito de Nayib Bukele. El Salvador en 2015 llegó a ser el país con mayor número de homicidios per cápita en todo el mundo. La Tasa Anual por cada 100,000 habitantes pasó de 106.3 asesinatos a 2.4 en 2023.
Bukele asumió un país inviable, un Estado fallido y lo volvió gobernable. Por eso en toda América Latina resuenan odas en alabanza a Bukele, y no solo por parte del populacho, sino también de políticos e incluso mandatarios.
Bukele ha logrado en El Salvador lo que Peter Evans llama una autonomía enraizada, esto es, un Estado autónomo, pero con mucha aceptación en la sociedad.
Y la derecha peruana ha puesto sobre la mesa, como tema central de discusión, como si fuera el único problema en el país, el problema de la seguridad. Y es un problema grave, sin duda, pero no es el único.
Y quien ha agitado las banderas de la lucha contra la delincuencia como el Bukele peruano es precisamente Antauro Humala. “Vamos a bukelizar el Perú”, es el slogan en sus mítines.
En febrero, según IPSOS, Antauro aparece como uno de los candidatos favoritos para las elecciones de 2026. Su mensaje de fusilamientos a ex presidentes, corruptos y delincuentes ha calado al parecer profundamente en un segmento de la población que ya no cree en el Estado ni aparentemente en la democracia.
El punto es que la delincuencia es un problema efecto, no es un problema causa. La delincuencia es producto de problemas de fondo. Bukele ha aplastado la criminalidad en El Salvador, y eso está bien. Nadie lo discute. Pero básicamente lo que está haciendo es atacar los síntomas del problema, y no las causas. Las causas de la delincuencia en cualquier país son familias desorganizadas, desempleo y una economía empobrecida.
Bukele ha encarcelado ya a más de 75.000 personas. Imaginemos que encarcele a cien mil. Antauro quiere fusilarlos. Perfecto. Hagámoslo. Pero, después de hacerlo, ¿qué hacemos? Porque las causas que originaron que aparecieran estos delincuentes siguen ahí y hará que aparezcan 100 mil o 200 mil más.
Tenemos problemas en educación básica, salud pública, justicia, no tenemos agua, infraestructura, pistas, prestaciones sociales con calidad y pensamos que la solución a todo es ¿matar gente?
Bukele está atacando los síntomas, pero cuando haya matado o encarcelado a la mitad de la población, y la otra mitad se dé cuenta que los problemas de fondo siguen ahí, para ese entonces ya Bukele habrá de controlar el Poder Legislativo, la Corte Suprema, las Fuerzas Armadas, y la prensa no tendrá libertad. Solo habrá censura y la voluntad de un presidente con un poder absoluto.
¿Qué queremos en el Perú? Porque es lo mismo. Después de los fusilamientos y los encarcelamientos en masa, la realidad permanecerá ahí, inmutable, con la salud pública colapsada, la educación en ruinas y con brechas enormes en saneamiento, pistas y un desempleo y una informalidad rampantes.
Antauro con su posición recalcitrante, su racismo a la inversa y la violencia de su discurso personifica todo el extremismo que la gente quiere para afrontar los problemas del país. Y ese extremismo es un síntoma de una sociedad enferma. Recordemos que hace casi 100 años, el pueblo más culto del mundo, el alemán, sucumbió a un discurso 100 veces más violento que el de Antauro o el de Bukele. Ya todos sabemos cómo terminó esa historia.
Una última cosa, los creyentes más fervientes de Bukele son los representantes de la derecha en la región. Bukele, sin embargo, curiosamente más de una vez se ha autoproclamado un hombre de izquierda. Nadie sabe para quien trabaja.
Por José Ignacio Carrión Richardson
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