La desdichada “clase pensante” peruana
La clase pensante peruana ha desaparecido. Al menos claudicado, frente a una coyuntura grave. Prefiere soslayar las cosas para evitar encontrarse con la realidad. Una verdad que pone los pelos de punta a cualquiera. Claro. A cualquiera que no forme parte de esta sociedad embobada por el juego perverso de una progresía marxista que la engaña. ¿Cómo así? Haciéndole creer que todo seguirá igual. Que el patrimonio de los peruanos ricos está garantizado; el juego político es eso y no una amenaza; el régimen Kuczynski-Vizcarra es una maravilla; las elecciones 2021 las ganará un candidato del ancien régime, no un atrabiliario como Antauro Humala; la economía marcha sobre ruedas, etc. Mientras tanto el país avanza por la izquierda a pasos agigantados rumbo al despeñadero. Como en tiempos del imperio ruso. Cuando el zar ya estaba a punto de ser asesinado y el país capturado por los bolcheviques la clase pudiente seguía alucinando que nada cambiaría, y que sus privilegios continuarían intactos porque algún Romanov llegaría para salvarla.
El cotilleo político de nuestra crème de la crème se limita a especular que algún babieca “amigo” ganará los comicios de 2021, y que el Parlamento que resulte elegido será tan “bueno” como el actual. Estos sectores siguen en nada. No es novedad. Como tampoco lo es que durante tanto tiempo la suerte haya acompañado a los peruanos. Porque, señores, hemos progresado pese a que este país ha sido gobernado por gente con la cabeza mal amoblada. Para ello nuestra crème de la crème apeló al billete bajo la mesa que financió las campañas electorales del más listillo de esta ralea social. En consecuencia debemos aplaudir la nobleza de nuestra nación, luego que a fines de los ochenta estuviera a punto de zozobrar. Recordemos que para salir de aquel pantano los peruanos apelamos al sacrificio y a la perseverancia –como sociedad– apostando por el brutal shock propuesto por Fujimori, Hurtado Miller y Boloña. Shock que, por fortuna, diera resultados luego de apenas año y medio de martirio, permitiéndole al país aprovechar una postrera ocasión para refundarse. Y en adelante, conducirse por el itinerario de las sociedades inteligentes que encauzan a sus Estados por el rumbo del éxito; no por los senderos de la estupidez. Fatalmente el año 2011 volvimos a perder el tren de la historia, impidiéndonos continuar progresando como lo hiciéramos durante aquel exitoso período 1992-2011. Privilegiamos engancharnos a la izquierda y la corruptela. Elegimos la ruta trazada por el nacionalismo, después que este país se reencaminara por la huella de la prosperidad consolidada tras la captura de la cúpula terrorista y la afluencia del capital nacional y extranjero. Entonces desgraciadamente se nos incrustaron esos García Sayán –que dinamitaron la legislación antiterrorista que nos salvara del baño de sangre final– y esos progre-marxistas –que inculcaron su cultura de la hipocresía, falacia y violencia en los Andes. ¿Resultado? Ahora el Perú está en peores condiciones morales, económicas y sociales que a finales de los ochenta. ¡Y en dos años habrá elecciones! Dios nos salve, amigo lector.