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La dictadura de lo inmediato

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Fecha Publicación: 19/07/2025 - 21:50
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Gobernar en el Perú se ha convertido en una carrera de velocidad… hacia ninguna parte. Todo es premura, reflejo, cálculo fugaz. La política se mueve al ritmo del escándalo del día, del titular que arde por unas horas y se apaga antes de que termine la tarde. En medio de esta fiebre por lo instantáneo, hemos perdido algo esencial: la capacidad de pensar a largo plazo.
Los liderazgos que ocupan los espacios de poder —ya sea desde el Gobierno central, los gobiernos regionales o los municipios— parecen actuar no en función de una hoja de ruta, sino de la urgencia del momento. Según la última encuesta del IEP, el 89 % de los peruanos considera que el país no tiene un rumbo claro. No se trata solo de una percepción: es un reflejo del cortoplacismo estructural que se ha instalado en nuestra vida pública. Se formulan políticas día a día con un extintor. Se apagan incendios, se ganan minutos, se pospone el derrumbe.
Se anuncian políticas sin estudios previos. Se desmontan reformas por presión mediática. Se hacen promesas que nacen rotas. La obsesión por sobrevivir a la noticia del día ha secuestrado la política peruana. No hay continuidad. No hay proyecto. Solo la ansiedad de resistir un poco más.
Y esto no es exclusivo de los políticos. Los medios eligen el escándalo y descartan el análisis. El sector privado pide estabilidad, pero rara vez se pregunta cómo ayudar a construirla. Y la ciudadanía, cada vez más escéptica, ha dejado de esperar futuro: solo quiere que el presente no empeore.
El cortoplacismo no solo nos estanca. Nos agota. Nos condena a vivir en lo urgente, a improvisar, a abandonar cualquier intento de transformación profunda. Y mientras seguimos reaccionando a lo superficial, los problemas estructurales nos hunden más: informalidad, desigualdad, debilidad institucional, ausencia de liderazgo.
Según el INEI, el 70 % de los peruanos todavía cree que la democracia es la mejor forma de gobierno. Pero ese número comienza a caer. Es una señal de alerta: la confianza en el sistema político se erosiona cuando ese sistema no es capaz de ofrecer futuro. Y sin futuro, incluso la democracia se vuelve frágil.
Es momento de recuperar la mirada estratégica. De volver a hacernos preguntas que incomoden, pero que orienten: ¿qué educación queremos en veinte años?, ¿cómo lograr que la descentralización funcione?, ¿cuáles son las reformas que pueden sostener un crecimiento con equidad y estabilidad?
Sin ambición de largo plazo, seguiremos atrapados en lo inmediato. Y lo inmediato, por definición, nunca construye país.

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