La Doctrina que nos guía
La Doctrina Social de la Iglesia emerge como un faro de guía iluminando los senderos de la justicia, la solidaridad y la dignidad humana. Estos objetivos son los que también se encuentran en nuestra legislación y expresamente declarados en la Constitución de 1993.
Ahora bien, la referida Doctrina se originó en los albores del siglo XIX y ha evolucionado a lo largo de los años como una enseñanza que ha influido en la percepción del bienestar social y económico mediante una serie de documentos y encíclicas, los cuales nos ofrecen una reflexión profunda y una orientación moral para enfrentar los desafíos contemporáneos.
Todo surgió en respuesta a las condiciones laborales y sociales desfavorables que acompañaron a la Revolución Industrial en Europa. El Papa León XIII estableció un punto de partida firme con la encíclica “Rerum Novarum” (1891) en la que se abordó la cuestión obrera, criticando las injusticias y llamando a la protección de los derechos de los trabajadores. Esto marcó el comienzo de una serie de pronunciamientos papales que abordarían aspectos económicos, políticos y sociales.
La justicia social, la solidaridad, la subsidiariedad y la dignidad humana son pilares que sostienen estas enseñanzas. Encíclicas como “Populorum Progressio” (1967) y “Centesimus Annus” (1991) expandieron los principios establecidos en “Rerum Novarum”. La primera abordó la lucha contra la pobreza global y la desigualdad, mientras que la segunda evaluó el impacto del colapso del comunismo y la importancia de un enfoque equilibrado en la economía.
Como vemos, la Doctrina es un llamado constante a la acción en un mundo marcado por brechas económicas, el llamado al aprovechamiento sostenible de los recursos naturales y las tensiones políticas.
Encíclicas recientes como “Laudato Si’” (2015) del Papa Francisco han destacado la importancia de la ecología integral, instando a la protección del medio ambiente y a la promoción de una cultura del cuidado.
De esta manera, la Iglesia Católica nos recuerda dos lecciones atemporales: la búsqueda del bien común y la justicia como prioridad en cualquier sociedad.
A medida que enfrentamos desafíos globales que requieren cooperación y compasión, estas enseñanzas nos recuerdan que cada acción individual y colectiva tiene un impacto en un mundo más justo y equitativo.
Desde los inicios con “Rerum Novarum” contamos con 275 encíclicas en las que encontramos un contenido arraigado en la justicia social, la solidaridad y la dignidad humana como objetivos constantes en toda sociedad.
Recordemos que toda enseñanza trasciende las fronteras religiosas para un mundo más justo y humano.
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