La dulce vendetta de los izquierdistas
La intolerancia, obstinación, sectarismo y fanatismo de la izquierda es algo genético. Le viene de sus padres fundadores: Lenin, Stalin, Mao, Castro, Chávez, sanguinarios psicópatas a quienes el socialismo aplaude por sus actos heroicos de haber asesinado a decenas de millones de personas, con pretexto de imponer su sistema revolucionario en defensa de los pobres. La falacia más grande de la historia de la humanidad, pues los soviéticos eran gente miserablemente paupérrima sin capacidad de decidir siquiera dónde vivir, trabajar, etc., so pena de ser encarcelada, luego fusilada por desobediencia al sumo dictador.
El mismo caso de los cubanos, que continúan sobreviviendo en las condiciones más penosas, vergonzantes de pobreza extrema, privados de su libertad, sometidos a un feroz régimen policial gestado por un ominoso sistema de inteligencia al servicio de los Castro, sin acceso al modernismo -incluidas las redes sociales-, sin libertad de expresión, etc. Pero a estos regímenes totalitarios la izquierda global los sigue idolatrando como la más pura expresión de lo que siente y piensa un socialista. Igual ocurrió acá con el mesianismo sanguinario de sendero luminoso y el mrta, a los cuales la izquierda peruana –en contubernio con la Corte Interamericana de Derechos Humanos- elevó a los altares erigiéndoles un anfiteatro en su honor llamado museo de la memoria, como recuerdo imperecedero de la admiración de los rojos peruanos de todo ropaje hacia esos luchadores sociales que inhumanamente fueron asesinados por un Estado opresor gobernado por Alan García y Alberto Fujimori.
Y para sellar la solidez de esta admiración eterna de la izquierda peruana a los terroristas que tuvieron la valentía de enfrentarse a esa derecha macartista a la que había que perseguir hasta verla destruida, el socialismo peruano presionó al corrupto Toledo –a quien llevó a la presidencia, dicho sea de paso- para que constituya la infame comisión de la verdad, conformada mayoritariamente por una morralla de rojos que criminalizaron a las fuerzas del orden peruano y convirtieron en mártires a los terroristas culpables de la muerte de 35,000 peruanos y el destrozo de nuestra infraestructura eléctrica, vial, etc.
Pero aquello no le bastaría al socialismo criollo. Su hambre de venganza era superior: eliminar a Alan García y Alberto Fujimori. Y, asimismo, arrasar con sus partidarios y seguidores, deshonrándolos, ultrajándolos y despreciándolos. Ollanta Humala abrió la puerta formando una infame comisión investigadora contra García que, tras fracasar en su intento de corroborar su desbalance patrimonial, consiguió su objetivo: injuriar y zaherir durante cinco años al expresidente y a los apristas, al extremo de inducirlo a segar su vida. Alberto Fujimori fue condenado a morir en la cárcel bajo un cuestionado artificio denominado “dominio del hecho”. Y su hija, sigue sometida a la tortura de una fiscalía opresiva y politizada bajo la consigna de exterminar al fujimorismo. Entonces, amable lector, ¿no es esta una vendetta, al estilo siciliano, ordenada por los capos del socialismo en venganza por la osadía de García y Fujimori de combatir a esas fuerzas de choque de la izquierda llamadas sendero y mrta?