¿La educación se puede leer en clave del mercado?
Por Edistio Cámere
La educación se desenvuelve en un inmueble determinado que es necesario mantenerlo; requiere de profesionales competentes; de equipos, bienes muebles y materiales pedagógicos... etc. todos los cuales son insumos que tienen que estar disponibles en calidad y oportunidad para que se lleve a cabo la enseñanza y el aprendizaje. Su disponibilidad supone unos costos que tienen que incluirse en el precio final. Dicho de otro modo, la educación tiene unos componentes tangibles que se pagan y adquieren igual como ocurre en organizaciones que operan en otros sectores. No obstante, en la misma operación y práctica educativa, se incluyen “insumos intangibles” que operan al margen de las leyes del mercado, pero, sin duda, contribuyen decididamente en el aprendizaje. No se les puede poner “precio”, pues su valor es inestimable: consolar a un alumno cuando está triste; alentarlo cuando arrecia el desánimo; corregirlo cuando yerra; orientarlo para mejor elegir; reconocer sus logros o simplemente escucharlo cuando habla..., y así se podría seguir abundando en hechos inapreciables.
La neutralidad que caracteriza la relación entre un vendedor y un comprador en cualquier establecimiento comercial no se predica en la relación que se instaura entre el docente y el alumno. La misma dinámica de la convivencia que facilita la recurrencia en el trato, las manifestaciones propias de la edad de los alumnos y natural tendencia a su madurez, fecundan la germinación de afecto, de preocupación, de simpatía y de cariño. Al componente afectivo, “al insumo intangible”, no se le puede poner precio. Desde esta perspectiva, a la educación no se le puede entender exclusivamente con las claves del mercado.
Una propuesta educativa compromete las mismas entrañas de la institución en su complejidad; para que toda ella sea educativa es necesario que su cultura, sus procesos, sus normas, sus actividades, su estilo didáctico, su metodología, y sobre todo la capacitación del docente, estén impregnadas de la axiología que la fundamenta. En el quehacer docente la eficiencia misma viene condicionada por la ejemplaridad, porque su acción no se cumpliría correctamente si el alumno descubriera los mismos defectos contra los cuales predica.
En la educación básica regular se advierte un tercer elemento: la relación del colegio con las familias. Los padres o tutores no son meros espectadores, participan en la educación y en los logros de sus hijos. Su conexión no se agota con lo económico; entre la escuela y la familia se establece una suerte de alianza, con responsabilidades diferentes pero que se complementan en beneficio del educando. Aún otra apreciación, la libertad, el querer y la singularidad del alumno no son detalles de poca monta, por el contrario, son datos esenciales que intervienen en la calificación como logrados o no los objetivos educativos. Ante un mismo estímulo, las respuestas se expresan con arreglo a las capacidades, modos de ser, intereses, motivaciones, cualidades, virtudes, costumbres, estados de ánimo…etc. que hablan de una pluralidad más que de una estandarización en los resultados en una escuela.
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