La educación siempre deberá ser gratuita
Los candidatos presidenciales de la derecha y de la izquierda latinoamericana –por estos tiempos concentrados en intensas campañas con ofertas y promesas al por mayor–, no deben perder de vista de que más allá de los enfoques de gobierno que sostienen para sus pueblos, la educación es gratuita y siempre deberá serla.
Yo, que soy producto de ella –mi escuela de primaria N° 7026 “Juan Max Villar” y la emblemática Gran Unidad Escolar “Ricardo Palma” de secundaria, ambos colegios en Surquillo, el barrio donde viví más de la mitad de mi vida, y luego la cuatricentenaria Universidad Nacional Mayor de San Marcos, mi alma máter–, la creo firme y totalmente. Decir lo contrario, criticar que así lo sea o insinuar para acabarla, no solamente es un grave error político para cualquiera que quiera aspirar a la jefatura de un Estado, sino que va contra el deber del Estado mismo, sea capitalista o socialista, que es asegurar a la educación como derecho humano inmanente.
El problema de la educación no es que sea gratuita, sino que la gestión pública educativa es bastante mala o deficiente, que es distinto. Esta dramática realidad se repite en las escuelas públicas de los países en desarrollo, antes llamados, en vías de desarrollo y mucho antes, naciones del tercer mundo. Contrariamente, en las escuelas públicas de los países desarrollados es mejor o igual que la privada. Un fenómeno común es que la educación privada en los países ricos y pobres siempre es muy cara. La mayor cantidad de oportunidades para la educación en países ricos con estándares altamente competitivos para el mercado laboral confirma que la educación pública y la privada en estos países es mejor que en las naciones pobres donde al egresar de las escuelas públicas se desnudan las serias diferencias con los que terminan la secundaria en los colegios privados, colocando a éstos últimos en una posición privilegiada. Vamos a decirlo al revés.
Para las personas que provienen de colegios estatales, hallándose en el mercado laboral como regla siempre será una mayoritaria desventaja lograr accesos laborales para mejorar su calidad de vida. La penosa realidad, entonces, es que las juventudes de colegios privados –no es su responsabilidad– de países pobres, terminarán monopolizando la oferta laboral debido a las falencias estructurales en las políticas para las escuelas públicas. Es la realidad.
La educación gratuita lejos de lo que se pueda creer, ni siquiera se discute en los países desarrollados; en cambio, en las naciones en desarrollo como el Perú, Argentina, etc., entra en debate y termina dominado por la demagogia porque la hay, sea de derecha o de izquierda. En suma, la ausencia de políticas y de gestión pública eficientes en los países pobres es la causa principal de la desgracia educativa en los países en desarrollo como pasa a los de nuestra subregión, y el Perú no escapa a esta dramática realidad. Todo lo anterior no es absoluto, pues hay importante margen de egresados esforzados de las escuelas públicas que son tan o más competitivos que aquellos que provienen de los colegios privados. Esa también es una realidad.
Por Miguel Ángel Rodríguez Mackay (*)
(*) Internacionalista y excanciller del Perú
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