La estrategia del bloqueo a Venezuela para que aborte el madurismo
Me preguntaron ayer mis alumnos en la clase acerca del bloqueo que he propuesto para que se produzca la salida de Nicolás Maduro y de sus secuaces, del poder político que retienen en acto marginal al derecho y a la democracia, en Venezuela. Dado que no creo en el método de la opción militar por una invasión y mucho menos en la idea de alentar la aparición de un proceso de insurgencia en el país que desate, en consecuencia, una guerra civil, es decir, colocar a Venezuela en un estado de beligerancia, de conformidad con las reglas del derecho internacional, sí creo, en cambio, que la estrategia para presionar económicamente al régimen, será a la larga, la más efectiva para defenestrar a Maduro. El bloqueo es una medida que adoptan generalmente los Estados poderosos de manera unilateral o un conjunto de ellos sobre un país, impidiendo que pudiera producirse cualquier contacto con la comunidad internacional por la vía marítima, de tal manera que se produce una desconexión con los puertos en otras partes del mundo, salvo las circunstancias de naturaleza humanitaria, dado el carácter siempre superior de los derechos humanos. Normalmente el bloqueo, entonces, se efectiviza por el mar, que es por donde suele producirse el transporte de la inmensa mayoría de los bienes objeto de los intercambios comerciales en el globo. Así, el Estado bloqueado quedará técnicamente en la condición de aislado, con lo que progresivamente, se afianzará su condición de paria, produciendo ipso facto, una potente presión interna que llevará, entre otras reacciones, a las deserciones masivas o el desencadenamiento, también masivo, de grandes cantidades de habitantes, extraordinariamente motivados como consecuencia de la letalidad de la medida.
Es verdad que la población padecerá los efectos del bloqueo, pero también lo es que, en el caso de la inmensa mayoría de venezolanos que viven en su patria en la condición de secuestrados e intimidados por la dictadura, están dispuestos a cualquier medida con tal de que se haga realidad la caída de Nicolás Maduro y toda la cúpula militar que lo sostiene, y así acabe la pesadilla casi de un cuarto de siglo, es decir, desde que el desaparecido Hugo Chávez llegó al poder. El bloqueo es la medida a la que más teme el régimen venezolano. De hecho, gracias al Acuerdo de Barbados que terminó siendo burlado por Maduro y en que creyeron solamente los cándidos, el dictador y sus compinches, que ganaron tiempo con las “negociaciones”, consiguieron el levantamiento parcial de las sanciones de Estados Unidos, que acaba de ser revertido parcialmente. Sin dinero para no comprar ni un solo caramelo o contándolo, pero sin que pueda hacer nada gracias al bloqueo y producido éste, Maduro comenzará a temer más a las fuerzas endógenas del país que a las exógenas. Los Estados de la comunidad internacional, mientras tanto, deberían recurrir a medidas conjuntas en el marco de la política internacional americana, pues resultará realmente una ignominia la indiferencia de los gobiernos de nuestra región con lo que está sucediendo en Venezuela. Mientras persista el silencio político se pierde moral nacional y la política exterior termina desacreditada, prácticamente por los suelos, y los actores visibles y responsables de ella, esto es, los jefes de Estado, los ministros de Relaciones Exteriores y los jefes de Misión que cumplen funciones de representación diplomática en Venezuela, terminarán convertidos en verdaderos timoratos y fantoches y hasta cómplices por omisión, con una mácula realmente de naturaleza indeleble, aun cuando se recurra a los consabidos maquillajes, propios de los comodines y de los mediocres, con solamente el objetivo de no perder los cargos que ostentan y aferran.
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