La FIL Lima es un motor cultural de desarrollo
A pesar de la riqueza cultural de nuestro país, en Perú son limitados los espacios de participación en la cultura, lo que dificulta el acceso de la población a actividades y productos culturales y artísticos y, por lo tanto, a tomarlos como un medio de desarrollo.
Son pocas las iniciativas culturales que logran sostenerse en el tiempo y se convierten en instituciones. Algo lamentable, pues nuestra sociedad, a pesar de todos los avances económicos de los últimos años y los esfuerzos para combatir la pobreza, sigue sin ser capaz de generar suficientes espacios de participación en diferentes ámbitos; algo a lo que debería aspirar cualquier democracia moderna, pues se fundamentan en la participación.
La Feria Internacional del Libro de Lima (FIL-Lima) es uno de los pocos eventos que se alzan frente a los embates del tiempo y la desidia de nuestra sociedad. Alojada en Jesús María desde hace varios años, específicamente en el parque Los Próceres de la Independencia, entre los últimos días de julio y los primeros días de agosto, se ha posicionado como la feria del libro más importante del país, habiendo congregado casi 587 mil visitantes el 2019, con una recaudación de más de 20 millones de soles, y unos 292 mil visitantes el 2022, aún con los rezagos de la pandemia, alcanzando una recaudación de más de 17 millones de soles.
A pesar de que la cantidad de dinero que se mueve en esta feria aún es pequeña en comparación con otras ferias del libro alrededor del mundo, sí ha permitido nutrir el espacio para la producción literaria en nuestro país, gracias a lo cual hoy se puede encontrar literatura nacional de diverso tipo, incluso ciencia ficción, fantasía, terror, historias policiales, y todo lo que hasta hace unos años venía, básicamente, de autores extranjeros. Además, hoy encontramos editoriales peruanas dedicadas exclusivamente a estos géneros, y algunas muy especializadas.
Lo interesante de la participación democrática en distintas instancias, como la política, la social, la económica y la cultural, es que, en la medida en que realmente se generen condiciones para una verdadera participación, empieza a girar una rueda que entrelaza la producción con el acceso, lo que genera focos de desarrollo que brindan diversas oportunidades a la población.
En el Perú, la posibilidad de movilizar la participación cultural y hacerla sostenible, parece venir de iniciativas privadas como es el caso de la FIL Lima, por la que apuestan prácticamente todos los editores formales del país, además de las distribuidoras, librerías y demás instituciones nacionales e internacionales, quienes muestran las novedades de su artillería libresca cada julio y agosto, interesados en captar nuevos lectores al tiempo que fomentan la lectura y el consumo de literatura nacional. Este 2023 se espera superar las cifras de la última feria antes de la pandemia.
Los años de la covid-19 significaron un golpe importante para toda la industria artística y cultural. Las distintas actividades, por congregar personas, por lo general, en espacios relativamente cerrados, fueron imposibles de realizar, condenando al sector artístico y cultural a un silencio expresivo y comercial importante, que no pudo ser reemplazado por las actividades virtuales que surgieron durante los estados de emergencia.
Ha sido una recuperación lenta pero sostenida, la producción cultural y artística no se detuvo y tampoco las ganas de los interesados en acceder a ella, lo que es suficiente para que se sigan generando espacios de participación en la cultura y, con eso, medios de desarrollo.
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