La fórmula mágica de José Respaldiza
De repente, en un abrir y cerrar de ojos, sin avisar, ingresó al cielo con la sonrisa a flor de piel, lúcido como siempre. Fue derechito a buscar a san Pedro a quien, finalmente, al encontrarlo, le estiró la mano. San Pedro, muy sorprendido, de inmediato lo interrogó: ¿Quién eres? ¿Quién te autorizó a ingresar a mi reino? ¿De dónde vienes? Limpiándose el sudor, con su radiante sonrisa, quimboso como todo chalaco, respondió: “Adivina, adivinanza, ¿cuáles son nuestras semejanzas? Adivina, adivinación, ¿qué misterios encierra nuestra nación?”.
San Pedro, muy mortificado, volvió al ataque: ¿Quién es este mequetrefe? ¿Quién te ha dicho que yo te recibiría? Entonces el buen Pepe Respaldiza, como quien busca congraciarse, hizo una reverencia y respondió: “A mí me han dicho / que a ti te han dicho / un dicho que he dicho yo. / Ese dicho yo no lo he dicho, / pero si lo hubiera dicho /el dicho estaría bien dicho / por haberlo dicho yo”.
Entonces, el buen San Pedro no logró contener una carcajada y sonrío largamente, luego lo aceptó como uno de los suyos. Ahora han alborotado todo el cielo y no paran de reír, ríen tanto hasta llorar, sí hasta llorar, y esas señales las sentimos hasta aquí, ¿no se dan cuenta de que desde la partida de Pepe Respaldiza está que llueve más?
El maestro José Respaldiza Rojas, en este viaje sin retorno, ha llevado copias de sus libros y ha pedido que san Pedro los multiplique para que todos los que están arriba lean y rían, adivinen, canten, descubran todos los misterios de sus Jitanjáforas, sus jitancuentos, también ha llevado sus adivinanzas en quechua, sí, está que revolotea el gallinero allá en el cielo. Saber eso, solo eso, calma en algo la tremenda pena que deja su partida. Su legado es inmenso y sus discípulos atestiguan de lo generoso y talentoso que fue; se adelantó a su tiempo y revolucionó la enseñanza de la lengua y la literatura con sus osadas propuestas pedagógicas, utilizando creativo y efectivo material educativo, promoviendo la creatividad, innovación y una educación de calidad en todos los niveles.
Siempre fue muy crítico de los burócratas del ministerio de Educación y del ministerio de Cultura y estos respondieron, ostentando su incapacidad, ignorando por completo su partida. Pero el buen Pepe les tiene reservada una sonrisa y dará por saldada esta tremenda, inexplicable e inentendible omisión. La vida se encargará de recordársela cuando un día sus hijos o sus nietos lean una de las adivinanzas o jitanjáforas del buen José Respaldiza.
¡Buen viaje, noble Pepe!
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