La generación de equivocados
Inti Sotelo Camargo (24) y Bryan Pintado Sánchez (22) no fallecieron, los asesinaron. Fueron acribillados por los medios de comunicación -esos que cerrarían de no ser porque Martín Vizcarra les inyectaba publicidad estatal- que transmitieron durante todo el día las pequeñas y dispersas manifestaciones en contra de un “golpe de Estado” que jamás existió. Vizcarra fue destituido por el voto de 105 parlamentarios de casi todas las bancadas que consideraron que un “presunto” -aunque hay hasta 6 aspirantes a colaboradores eficaces que lo confirman- receptor de coimas no podía seguir al mando del país por inmoral y mentiroso (¿no recuerdan cómo pactaba con sus asesores para engañar a la Fiscalía y al Congreso en torno a las visitas de Swing a Palacio?). El proceso de vacancia por incapacidad moral es un juicio político; no se necesita de una sentencia judicial para que un jefe de Estado salga por la puerta falsa de la ‘Casa de Pizarro’: Alberto Fujimori fue muy bien vacado sin que exista aún ninguna condena. Después de que el cartel mediático insistiera en repetir que Manuel Merino era un “golpista” y “delincuente”, porque de ninguna forma iban a quedarse sin su mermelada moqueguana, la violencia, finalmente, escaló.
Previamente, por supuesto, aparecieron Julio Guzmán, Ollanta Humala, Verónika Mendoza y George Forsyth en la prensa vizcarrista para echarle gasolina al asunto llamando a los jóvenes a que salgan a las calles a protestar. Los usaron vilmente como carne de cañón. El Perú es un país tan cómico que Guzmán y Humala, ambos investigados por recibir aportes ilegales de Odebrecht, fungen ahora de abanderados de la lucha contra la corrupción.
Iban pasando las horas y mientras el Legislativo daba correctas señales, como sacar a Alarcón de la Comisión de Fiscalización o desistir de elegir a los nuevos miembros del TC, la gran prensa hablaba de que el Gobierno de Merino eliminaría a la Sunedu y que indultarían al asesino de policías Antauro Humala. Todo era falso, pero Merino se equivocó al no dar un Mensaje a la Nación: permaneció callado pensando que todo se disiparía.
Pero el cartel mediático y los políticos arribistas antes mencionados no se quedarían tranquilos y buscaron un muerto desde la primera marcha del jueves 12 de noviembre. Aquella noche, en las redes sociales circulaba el hashtag #MerinoAsesino y, como consecuencia de ello, los mensajes de odio entre los peruanos abundaban. Lo cierto era que no se había perdido -todavía- ninguna vida humana. Sin embargo, dos días después, el sábado 14, consiguieron el despreciable objetivo de darle validez a una manifestación con dos decesos. ¿Valía la pena sacrificar a un par de jóvenes por tumbarse a Manuel Merino, un tipo tan gris que no mata ni una mosca?
Cuando le preguntas a alguno de la “generación equivocada”, cuyo héroe es un miserable golpeador de ancianos, por qué exactamente ha protestado (¿de verdad han marchado para que se vayan todos los políticos rancios y no para que se quede su corrupto favorito?), te responderá que “no entendiste nada”. Y no los entiendo porque estamos hablando de una generación que ha crecido sin terrorismo ni hiperinflación: mucha bonanza económica, a veces, te vuelve necio. O, peor aún, tonto útil.