A la gloria de los caídos
Dos efectivos militares, el suboficial de segunda Edín Vásquez Huamán y el oficial de mar Marden Valqui Rodríguez, fueron las últimas víctimas que entregaron sus vidas en defensa del Estado de derecho y de la democracia en el Perú. Gloria a ellos que, como muchos otros integrantes de nuestras Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, igualmente, han dejado este mundo, luchando por nosotros para procurarnos una vida de paz y tranquilidad.
En un enfrentamiento con remanentes subversivos de Sendero Luminoso, en la zona de Vizcatán, en el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), y como consecuencia de lo dispuesto por el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, desde el pasado jueves, nuestros valientes soldados incursionaron en dicha zona, no antes explorada y que, según informe proporcionado por los altos mandos castrenses, la indicada organización terrorista ha tenido “una importante cantidad de bajas”.
Después de un tiempo o, mejor, después de haber “descansado” de tener noticias que enlutan los hogares de quienes luchan por darnos seguridad y tranquilidad en nuestro diario vivir, con mucha preocupación, nuevamente, hechos lamentables como de esta naturaleza vuelven a ser titulares en los medios comunicación.
En consecuencia, este es el momento para que la decisión política de los entes gubernamentales comience a trabajar con responsabilidad y razonabilidad, y en forma planificada, se instrumenten las medidas necesarias que permitan controlar el desarrollo de la actividad terrorista en nuestro país.
La experiencia adquirida a través de los años en esta lucha contra la delincuencia subversiva debe de servir, a quienes tienen que tomar decisiones, para establecer la estrategia más adecuada que nos asegure un final exitoso.
Entre otros, la disuasión es un elemento de primer orden en la lucha antiterrorista; pues, la solo presencia de nuestros efectivos militares y policiales en las zonas calificadas como centrales, por ser foco en el cual se origina la acción subversiva, debe recibir la mayor atención de la autoridad gubernamental.
En consecuencia, hay que dotar tanto a nuestras Fuerzas Armadas como a la Policía Nacional, no únicamente con el personal técnicamente preparado para el efecto sino también con la logística necesaria, y acondicionada para las características de los lugares en que se usará, de modo tal que, por deficiencias de recursos humanos y materiales, no se termine nuevamente sacrificando a nuestros soldados.
Los diferentes rubros presupuestales que maneja el Poder Ejecutivo deben de ser revisados para, de ser necesario, reorientar su uso o ejecución al sector o sectores estatales cuya labor tenga que ver con esta impostergable tarea. En este caso, por cierto, el accionar de la Contraloría General de la República tiene una importancia destacada, a fin de evitar el “inadecuado” uso de ese dinero.
Con relativa frecuencia nos enteramos del dispendio de recursos en la compra de productos no necesarios o, en su defecto, de la enorme cantidad de dinero que el Estado pierde como producto de los actos de corrupción; montos que, sumados, con facilidad pueden cubrir la adquisición de todo aquello que requieren nuestras fuerzas del orden.
Nuestro territorio nacional, accidentado en muchas zonas, que son en las que se instalan los centros de operaciones de la acción subversiva, y que se caracteriza porque la propia población, por temor o amenazas, termina apoyando la acción terrorista; razón por la cual también se requiere una labor social en el interior de esos pueblos, que permita al común de las personas sentir que el Estado está con ellos, a través de sus autoridades en todos los niveles.
La lucha contra la subversión no puede esperar. Pero siempre en el entendido de que su origen o motivación, como fuente de inspiración, tiene o comprende varios rubros que son los que sirven de “justificación” de la actuación terrorista. Estos son, los problemas económicos, sociales y políticos que padecen las poblaciones.
Por lo tanto, no dejemos para mañana lo que se debe hacer hoy.
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