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La gran decepción
La presidenta Boluarte decepciono a la opinión pública cuando tratando de ser empática con los revoltosos que vendrían a la capital, les planteo que “La Toma de Lima” debería ser en paz. Grave error, que felizmente corrigió la noche del jueves cuando de manera enérgica condenó los desmanes provocados por quienes quieren convertir nuestro Estado de derecho en un gobierno totalitario, que solo trae pobreza y más pobreza, ahí está Cuba, Nicaragua, Venezuela para darnos el ejemplo. También fue una decepción, que quienes organizaron las protestas, dentro del marco del derecho a la libre expresión de sus reclamos, lo convirtieran en enfrentamientos violentos que desmerecen su plataforma de lucha.
Las protestas contra el Gobierno y el Congreso, preparadas con mucha antelación para el jueves 19 de enero y días siguientes, bajo la consigna de “la toma de Lima”, por las delegaciones movilizadas desde las regiones de Puno, Cusco, Arequipa, principalmente, se cumplieron del modo como ellas habían previsto, con marchas pacíficas por el Cercado de Lima, durante el día, y provocaciones, seguidas de ataques violentos a la policía, al caer la tarde, en el Parque Universitario y cruce de las avenidas Abancay y Colmena. Las fuerzas del orden solo acertaban utilizar sus escudos para contener la lluvia de pedradas lanzadas por sus atacantes y, de vez en cuando, a lanzar gases lacrimógenos para dispersar a los radicales.
Las calles fueron regadas, en pocos minutos, de piedras y adoquines de cemento, que las hordas sacaban del piso, utilizando inmensas barretas, para lanzarlas como proyectiles a los policías que atinaban a protegerse con sus escudos, dejando el extraño sinsabor de haber salido con claras instrucciones de permanecer sólo a la defensiva y no actuar con la energía recomendable en estos casos de violencia, dejando de lado la ley que los ampara.
Desde el miércoles, por la noche, fueron llegando las delegaciones del sur, a bordo de modernos buses de dos pisos. Fueron recibidos por algunos estudiantes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, que capturaron su ciudad universitaria, para alojarlos en el campus universitario, mientras que otros activistas fueron recibidos por el rector de la Universidad de Ingeniería, para ofrecerles, igualmente, cobijo en sus espacios.
Estas masas, hay que decirlo, no se movilizaron a la capital para reclamar atención a sus demandas sociales de saneamiento ambiental, apoyo agrario, educación y salud de calidad, nada de eso. Vinieron para exigir la renuncia de la presidente Dina Boluarte, el cierre inmediato del congreso, el adelanto de elecciones este año, la convocatoria a una Asamblea Constituyente y, además, la liberación del expresidente Pedro Castillo, preso por promover un autogolpe. Todos estos puntos son estrictamente políticos y de imposible aceptación.
La propia mandataria había advertido, un día antes de la movilización, que esos pedidos eran, en realidad, “exigencias inviables”. Durante su intervención en la ceremonia de apertura del año jurisdiccional del Tribunal Constitucional, se refirió a que los manifestantes podían llegar a Lima para protestar, si quisieran, pero en forma pacífica y no violenta. “Tendemos una vez más nuestras manos y corazones a aquellos compatriotas que salen a las calles para expresar sus reclamos pacíficamente: ‘Aquí estamos para escucharlos’”, dijo. Y luego los invitó a palacio de gobierno.
Entretanto, en algunas ciudades como Huánuco, Puno, Huancayo, Chota, Arequipa, las movilizaciones continuaron y se tornaron violentas y más agresivas en los intentos fallidos de tomar los aeropuertos de Arequipa y Juliaca. En el centro de Lima se desato un sospechoso incendio, que tendrá el Ministerio Público que investigar para saber su real origen, y de ser el caso sancionar a sus autores.
La acción decidida de las fuerzas del orden, con apoyo de nuestras FFAA, impidieron que los violentistas cumplieran su cometido, demostrando que el Estado de derecho tiene normas legales con que defenderse y llegado el momento deberán ser utilizadas con la mayor rigurosidad posible, para así mantener a nuestra Democracia, única forma de gobierno que nos garantiza vivir en paz.