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La hegemonía del discurso radical

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Fecha Publicación: 11/02/2025 - 21:50
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Soy un convencido de que la contienda electoral que se avecina será una disputa de discursos políticos radicales. No serán discursos de centro —ni de izquierda ni de derecha— aquellos que logren convertirse en identificadores colectivos frente a la percepción de hastío y hartazgo que predomina en la población peruana.
Discrepo tajantemente de aquellos analistas que anteponen sus deseos a la realidad, creyendo que, haciendo un llamado a la conciencia y a una vuelta a los discursos tecnocráticos, transformarán en forma automática el sentir ciudadano respecto a lo que hoy vivimos como sociedad, un colectivo asediado por la violencia y la extorsión como mecanismos para imponer un clima de terror, que permita a las fuerzas ilegales y criminales liberar territorios para continuar con su actividad delictiva.
No es casual que las últimas encuestas revelen un incremento en la popularidad de candidatos que proponen mano dura como alternativa para enfrentar esta situación real de violencia estructural que avanza sin contención gubernamental.
La última encuesta de Ipsos (febrero 6-7 / 2025), por ejemplo, muestra un incremento de 12 puntos en cuatro meses en la aprobación del alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, de 24 % a 36 %, gracias a una actitud prepotente y autoritaria respecto a la realización de obras que pretende ejecutar, sin tener en muchos casos siquiera un expediente técnico aprobado.
Lo cierto es que las reglas de juego de la institucionalidad vigente vienen siendo llevadas al límite, generando un estrés en el sistema, que busca poner contra la pared las dificultades del modelo establecido para permitir que las decisiones políticas se hagan realidad, así incumplan la normativa establecida.
El éxito de estos discursos radicales se debe, precisamente, a su capacidad de respuesta inmediata y de corto plazo al estrés que, en forma simultánea, genera en la población la arremetida del terrorismo urbano que asedia la convivencia social con sus homicidios por encargo y sus atentados con dinamita a establecimientos públicos de investigación fiscal.
La realidad es muy clara. Serán los discursos radicales quienes recojan con mayor precisión el malestar ciudadano. Los candidatos de centro terminarán autoeliminándose a sí mismos, fragmentando su preferencia electoral en mínimos sin importancia, y serán finalistas en la contienda quienes articulen mejor una retórica y narrativa de respuesta violenta a la violencia estructural imperante.
Esta realidad no cambiará porque un candidato neutral exprese que no debemos ser violentos. Ello no corresponde a la situación actual. Por ello, debemos prepararnos para una contienda electoral agresiva y violenta en el discurso, donde apelar a los instintos de supervivencia y de defensa radical se convertirá en el móvil más importante para ganar el voto popular, que no es en sí mismo violento, pero que sabe perfectamente que la mejor defensa es el ataque cuando de evitar la muerte súbita se trata.

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