La herencia del «lagarto»
El comunicador Phillip Butters, fiel a su estilo, aseveró que Martín Vizcarra, alias el “lagarto”, mató más gente que el genocida terrorista Abimael Guzmán. Y ello, debido a que, durante la desastrosa gestión pandémica de Vizcarra, fallecieron más de 200 mil peruanos.
Aunque guardo una distancia importante de lo afirmado por Butters, lo cierto es que Martín Vizcarra tomó decisiones –manchadas de corrupción– que provocaron que el Perú sea el primer país, en proporción a su población, con el mayor número de muertes por covid-19 en el mundo.
En vez de comprar pruebas moleculares, Vizcarra adquirió test rápidos, que arrojaron falsos negativos: si ibas a un centro médico con una de estas pruebas con un resultado negativo, a pesar de que podías estar presentando todos los síntomas, te cerraban las puertas y te mandaban a tu casa. Tampoco el “lagarto” se preocupó en la atención primaria (jamás levantó hospitales de campaña para evitar que la gente llegue a UCI) y menos en la instalación de plantas de oxígeno.
Además, en tanto los peruanos morían ahogados por su culpa, el “lagarto” se vacunó a escondidas –junto con toda su familia– con la vacuna china Sinopharm, a la cual sospechosamente se le prefirió, dejando de lado a los efectivos inoculantes de Pfizer.
Dado que su torpeza significó la pérdida de vidas, Martín Vizcarra y su ministro de Salud, el doctor muerte Víctor Zamora (defensor acérrimo de las pruebas rápidas), deberían ser procesados por la justicia, que tendría que caerles con todo el peso posible.
Pero Vizcarra no solo originó que miles de peruanos caigan muertos como insectos, sino que emprendió una reforma política, al alimón con el caviar presupuestívoro Fernando Tuesta, que hoy padecemos. Al eliminar la reelección parlamentaria en un referéndum, el nivel del Congreso descendió hasta el subsuelo, por eso es que ahora podemos ver tanto ‘mochasueldo’ o ‘niño’.
Con la asesoría del argentino Maximiliano Aguiar, el “lagarto” se enfrentó a la oposición parlamentaria –de mayoría fujimorista–, con la que antes había negociado para traicionar a PPK, para subir en popularidad como la espuma. El corolario de esta andanada de ataques fue el golpe de Estado que asestó en el año 2019, argumentando la tesis de César Landa de que hubo una “denegación fáctica de la cuestión de confianza”.
Paradójicamente, el nuevo Legislativo vacó a Martín Vizcarra por corrupto, luego de que se descubriera que recibió coimas (2.3 millones de soles) de empresas del ‘Club de la Construcción’ por las obras de Lomas de Ilo y el Hospital Regional de Moquegua, cuando fue gobernador de dicha región.
Lo extraño es que hoy Vizcarra ande libre, e incluso haya conseguido inscribir un partido político, pese a que estos casos cuentan con suficientes pruebas para que sea sentenciado y, por consiguiente, enjaulado.
La respuesta estaría en el aval que brindó a los inútiles fiscales Rafael Vela Barba y José Domingo Pérez, del Equipo Especial Lava Jato, cuando estos fueron removidos por el exfiscal de la Nación Pedro Chávarry. El “lagarto” regresó de Brasil para declararle la guerra a Chávarry, quien antes había anunciado que lo investigaría por sus actos de corrupción en Moquegua, y promover una reforma en el sistema de administración de justicia, lo que terminaría con la creación de la cuestionada Junta Nacional de Justicia.
Tanto consiguió Martín Vizcarra penetrar en las instituciones, con el aval de la prensa adicta a la publicidad estatal, que a la fecha se hace complicado desaparecer políticamente a un sujeto que hizo de la traición su oficio.
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