La humanidad quiere paz con democracia internacional
Con motivo de recordarse de que el pasado 24 de febrero, el mundo identificó la fecha en la que se cumple un año de la llamada “invasión de Rusia a Ucrania”, los medios de comunicación, nacionales y extranjeros, no han dejado de referirse, con amplitud de detalles, de las lamentables consecuencias, entre otras, de pérdidas de vidas humanas, así como las sociales y económicas que afectan, directa o indirectamente, a casi todos los pueblos del orbe.
A las informaciones que, sobre este nefasto aniversario, hemos venido recibiendo estos últimos días, se suman los comentarios y análisis de los especialistas en materia internacional, los cuales nos proporcionan variados datos que, por cierto, están orientados e inspirados en los particulares enfoques o puntos de vista que cada uno de ellos tiene y que terminan por responsabilizar a uno u otro bloque de las grandes potencias que tienen intervención en apoyo a la posición de Ucrania o de Rusia.
Es indudable que el interés o aspiración que tienen los Estados Unidos y los países del bloque occidental, así como el de Rusia y China, con el grupo de los Estados que giran a su alrededor, es el de controlar el poder del funcionamiento de la sociedad internacional, donde el aspecto geopolítico o estratégico es uno de los factores y, el otro, el aspecto económico, que tiene que ver con la preocupación de tener acceso al manejo de los recursos naturales, necesarios para la satisfacción de las necesidades de sus pueblos.
Para llegar a estas conclusiones no se necesita ser un especialista o erudito en relaciones internacionales para darse cuenta que las personas que dirigen las tomas de decisiones en las grandes potencias, lo que en voz alta dicen y proclaman, exigiendo que los países funcionen en el marco de una democracia política orientada con la mira de alcanzar el bien común de sus pueblos, queda únicamente en el papel, contenido en los tratados y acuerdos internacionales.
Confieso que motivó mi reflexión el enterarme sobre lo dicho por el presidente Biden en su última visita a Polonia, donde en el Castillo Real de Varsovia dijo: “Las democracias de todo el mundo velarán por la libertad hoy, mañana y siempre”, luego de haber anunciado, a su llegada a Kiev, que su país “enviará 500 millones de dólares más en ayuda militar a Ucrania”; y, por su parte, el presidente ruso Putin anunció “la suspensión del cumplimiento por parte de Rusia, del Tratado sobre Armamento Estratégico Ofensivo, conocido como Start III o Nuevo Start”.
A este respecto, me pregunto si todos los pueblos del mundo, quienes integran la sociedad internacional, a los cuales se les exige que funcionen dentro del sistema democrático, sentirán también que la democracia es la fuente de inspiración con base en la cual funciona la comunidad de naciones. Evidentemente no; pues la decisiones que toman las grandes potencias no lo hacen respetando la libre voluntad de los pueblos, sino, al contrario, imponiendo sus intereses y aspiraciones particulares.
Es decir, se invoca la democracia en lo interno de los países; pero, en lo externo (en la relación entre los Estados), es el poder hegemónico de las grandes potencias el que orienta el accionar de las naciones. Esto último, inclusive, es el comentario de quienes se dicen especialistas en temas internacionales y que, con total desinterés, no son capaces de llamar la atención de la forma como se maneja hoy el mundo.
Por otro lado, y bajo la misma motivación, nos podemos preguntar si, además de los 500 millones de dólares antes indicados, les sumáramos muchos otros miles de millones de la moneda estadounidense que se vienen gastando en el conflicto Rusia – Ucrania, tuvieran un destino diferente, ¿acaso los problemas de salud, educación y desarrollo de gran parte de mucho de los pueblos se podrían solucionar? Claro sí; pero, lamentablemente, quienes dirigen o controlan el poder en la comunidad de naciones, desde los organismos internacionales o de las propias potencias, tienen poco o nulo interés de que así sea.
En consecuencia, la persona humana que, junto con otras, forma la nación, y que el conjunto de naciones da origen a la comunidad internacional, terminan siendo lo que menos interesa cuando se trata de buscar el control del poder en el mundo; razón por la cual hay que promover que el “virus de la bondad” se propague por el mundo, con miras a que la humanidad pueda vivir en paz, pero con democracia nacional e internacional.
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