La importancia de mantener la cohesión social
Cuenta una fábula que dos especies de ranas convivían armoniosamente en un estanque, distribuidas de manera intercalada, pues cada una se sentía cómoda siempre que tuviera un número similar de su especie y de la otra a su alrededor. Esta coexistencia equilibrada se rompió cuando, tras una tormenta, las ranas se reagruparon en grupos homogéneos, dividiéndose unas de otras aun cuando no se alteraron las normas de convivencia. La perturbación llevó a que las diferencias se intensificaran, resultando en una segregación marcada. Este relato nos ofrece una metáfora sobre cómo las crisis pueden desestabilizar una sociedad, intensificar divisiones preexistentes y fragmentar la cohesión social.
En el contexto de la política peruana, esta fábula refleja la realidad de un país que, al igual que las ranas en el estanque, enfrenta un equilibrio frágil entre diferentes grupos políticos y sociales. Estos grupos, aunque inicialmente pueden coexistir en un entorno relativamente estable, se ven rápidamente reagrupados y polarizados en épocas de crisis.
Uno de los fenómenos más recientes y preocupantes en este contexto es la “tribalización inducida por las redes sociales”. Al igual que la tormenta que agitó el estanque en la fábula, las redes sociales han jugado un papel desestabilizador en la política peruana. Estas plataformas digitales han permitido que los grupos sociales y políticos se reagrupen en burbujas de información, donde se refuerzan sus propias creencias y se filtran las opiniones contrarias. No fomentan el diálogo y la cooperación: las redes sociales contribuyen a agudizar la polarización y crean un entorno donde los grupos se aíslan cada vez más en sus respectivas “tribus”.
El algoritmo de las redes sociales, diseñado para priorizar el contenido que genera mayor interacción, tiende a amplificar el contenido sensacionalista. Esto refuerza las divisiones e incrementa la desconfianza y el antagonismo. En el Perú, debemos añadir a la confrontación y la desconfianza, la inmadurez y los “egos” desbocados de seudolíderes que se creen “elegidos” para salvar al país. Es la exacerbación de las tensiones que inducen a una mayor fragmentación social.
La historia reciente del Perú ofrece múltiples ejemplos de cómo estas divisiones se han intensificado en tiempos de crisis. Las elecciones conflictivas, los escándalos de corrupción y las crisis de gobernabilidad han sacudido la confianza en las instituciones y han llevado a los actores políticos y sociales a buscar seguridad en sus propios círculos de influencia. Esta tendencia hacia la segregación y el aislamiento, alimentada por la desconfianza mutua, ha dificultado la búsqueda de soluciones y ha obstaculizado el progreso del país, encontrándonos con decenas de partidos que predican la unidad, pero siempre “conmigo como líder”.
La fábula de las ranas nos recuerda la importancia de la cohesión social y la integración en una sociedad diversa, pero no debemos olvidar que esto no sucede de manera automática y hace falta un esfuerzo consciente para mantenerlo. En la política peruana, es crucial que los actores trabajen para superar las divisiones y busquen formas de cooperación que beneficien a todos los ciudadanos.
En conclusión, la política peruana enfrenta el desafío de mantener la cohesión social en un entorno cada vez más polarizado. Es fundamental realizar un esfuerzo consciente para preservar la diversidad y la integración. En lugar de permitir que las divisiones se intensifiquen, es necesario buscar la cooperación y el diálogo como herramientas para superar los desafíos que enfrenta el país.
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