La importancia del Mensaje a la Nación
En vista de que el presente artículo se elaboró cuando todavía no se conocía el contenido del mensaje de la actual presidenta de la República, el cual se dejó escuchar el día de ayer, de acuerdo con la tradición y a lo establecido en nuestro ordenamiento jurídico interno; en esta oportunidad, la intención es únicamente recordar que, la exposición de la más alta autoridad del Poder Ejecutivo debe, además de las condiciones señaladas en la norma fundamental, guardar un orden en el que permita que la población nacional logre estar suficientemente informada de lo que ha sido la gestión de la autoridad gubernamental, durante los pasados doce meses que anteceden a su presentación.
La primera parte del mensaje debe corresponder a dar a conocer, y recordarnos, qué fue lo que se ofreció el pasado 28 de julio del año 2023, identificando lo que se llegó a ejecutar, cumpliendo con lo prometido y, especialmente, precisar cuáles fueron aquellos compromisos que no se llegaron a hacer realidad, precisando los motivos, circunstancias y razones por los cuales quedaron como promesas incumplidas. Pues, debe ser una característica de los que tienen a su cargo el manejo de la administración del Estado, reconocer sus errores y sus limitaciones.
En su orden, la segunda parte del mensaje debe tener un contenido en el que se haga un detallado informe sobre la realidad actual, en las diferentes áreas y sectores que tiene a su cargo el Poder Ejecutivo, dentro de los cuales se puedan conocer con claridad los agudos problemas que afectan el funcionamiento de la sociedad peruana. Y, a partir de allí, asumir nuevos compromisos que comprendan las nuevas ofertas que la ciudadanía espera, pero a fin de que no queden como simples promesas, deben ser explicadas las acciones que se van a desarrollar para enfrentar y ejecutar lo que se dejó de hacer. Es decir, no se debe de quedar únicamente en el diagnóstico de la realidad, sino debe de complementarse con el planteamiento de soluciones que permitan ser ejecutadas, viabilizando la solución de los problemas políticos, sociales y económicos que aquejan a la nación.
La expectativa que un pueblo tiene al escuchar a la persona que ejerce la más alta magistratura del país, tiene singular importancia; pues, luego de darnos a conocer logros abstractos y románticos, de los cuales ya estamos mal acostumbrados, viene lo peor, que es presentarnos ofertas populistas que terminan por fomentar aspiraciones ciudadanas que sólo quedan en el mensaje escrito, dando lugar a que el discurso presidencial pierda valor y calidad. Ello es lo que siempre se debe de evitar.
Una nación no debe de vivir únicamente de ilusiones, sino de comprobar que se han hecho realidad sus aspiraciones. En ese sentido, corresponde al Órgano Ejecutivo proveer a la sociedad de los recursos, servicios y condiciones que permitan satisfacer las necesidades del compuesto social; es decir, cumplir a cabalidad con la función administrativa, por cuanto es el camino que nos lleva a lograr alcanzar la finalidad del Estado, que es el bien común.
Este debe ser el principio inspirador en base al cual oriente su accionar la presidencia de la República, así como la conducta y comportamiento de los representantes parlamentarios, ambos sectores políticos, hoy, con un preocupante muy alto grado de ilegitimidad, que demuestra el enorme nivel de insatisfacción ciudadana, del cual parece ser, no se han dado por enteradas las personas que integran los indicados Poderes del Estado.
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