La improvisación frente a un «Niño» que nos hace llorar
Los desastres que ocasiona el "Niño" son un viejo problema que los gobiernos de las últimas dos décadas no han tenido la más mínima intención de enfrentar o no han sabido cómo hacerlo para darle solución.
La improvisación es la misma receta que aplican todos los años el gobierno central, los gobiernos regionales y locales, no solo frente al fenómeno El Niño, pasa lo mismo con el friaje, heladas, sequías, terremotos, lluvias, inundaciones, huaicos y todos los desastres naturales a los que estamos expuestos. Los peruanos sólo nos diferenciamos entre ser damnificados o indiferentes espectadores.
Es increíble que habiendo tenido durante los últimos veinte años una bonanza nunca antes vista en nuestra economía y una mayor recaudación tributaria, gracias al modelo económico de la Constitución de 1993, los gobiernos de turno no hayan sido capaces de asignar los recursos que se necesitaban para ejecutar importantes proyectos de prevención y reconstrucción en vez de despilfarrarlos en faraónicas obras como la Carretera Interoceánica o la inútil ampliación de la refinería de Talara.
Los organismos creados para la reconstrucción han fracasado de la mano de los gobiernos regionales. Lamentablemente sus funcionarios y la mayoría de autoridades elegidas no han mostrado capacidad para gerenciar. Una prueba es su ineptitud para poner en marcha proyectos de prevención que, teniendo recursos disponibles, no han sido ejecutados.
Lamentablemente nadie ha tenido, hasta ahora, la capacidad de replicar el modelo de gestión y la actitud que tuvo Alberto Fujimori para enfrentar el rescate y reconstrucción de nuestro país en sus momentos más difíciles. No se le puede emular, como han pretendido hacerlo otros presidentes, sólo poniéndose unas botas para llegar a la zona del desastre, tomarse fotos con el agua a las rodillas y volver a Lima en su helicóptero esperando que el problema se solucione solo, mientras cientos de miles de peruanos, con agua hasta el cuello, lo han perdido todo.
No hay peor gestión que la que no se hace y en este caso es totalmente cierto. La inacción, incapacidad e indiferencia caracteriza a los últimos gobiernos. Las prioridades en la asignación de presupuestos han sido postergadas por los intereses de la maldita corrupción.
No hay un plan que trate de comenzar a disminuir las enormes brechas existentes en infraestructura y servicios, para estar preparados frente a las desgracias que año tras año afectan a millones de peruanos. No vemos una acción articulada y cohesionada por parte del Estado para solucionarlo. Sólo vemos que la naturaleza sigue arrasando y destruyendo sin piedad, las mismas zonas que aún no se han comenzado a reconstruir.
La naturaleza nos ha dado duras lecciones que debemos repasar para aprender de los aciertos y así evitar cometer los mismos errores.
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