La ineficiencia estatal y su costo para la nación

Recuerdo que, en mi breve paso por el gabinete ministerial, se presentó la imposibilidad de aprobar un presupuesto destinado a la construcción de un hospital de alta complejidad en Piura. El costo aproximado del proyecto superaba los mil millones de soles, un monto considerable que debía ser cuidadosamente revisado y aprobado.
Esta reflexión me vino a la mente al conocer que, en los últimos diez años, Petroperú ha perdido más de mil trescientos millones de soles cada año. Una cifra descomunal para un país de escasos recursos como el Perú.
¿Se pueden imaginar cuántos hospitales se hubieran podido construir en una década con el dinero entregado a esa fallida empresa estatal? Cada vez que escuchamos de su ineficacia e ineficiencia debemos recordar que los recursos que se entregaron y fueron dilapidados pudieron haber mejorado las condiciones de salud y de vida de millones de personas.
Los miles de peruanos que en los últimos años han perdido la vida por falta de atención médica han sido víctimas de la irresponsabilidad de los políticos estatistas o izquierdistas que han preferido regalar el dinero de los contribuyentes a una empresa que está en quiebra.
Son miles de millones de soles que han alimentado a la corrupción de una burocracia improductiva en lugar de construir escuelas, hospitales y avanzar en el cierre de las brechas de infraestructura que afectan a los más vulnerables.
No sorprendería que los recientes cambios de ministros hayan tenido como trasfondo un intento desesperado de volver a rescatar a este monstruo de ineptitud que es Petroperú. Esperemos que no sea así, y que, finalmente, como nación, tengamos el coraje de extirpar ese tumor que drena recursos públicos.
Petroperú ha recibido más de veinte mil millones de soles en sucesivos rescates fallidos. Cada nuevo intento de “salvar” la empresa ha sido una extensión de su agonía. El despilfarro escandaloso de dinero en la refinería de Talara debe ser investigado para determinar por qué se incrementó brutalmente el presupuesto original y quiénes se beneficiaron con esta operación abiertamente corrupta.
Mientras la burocracia, aliada con políticos estatistas, se apropiaba de los recursos de todos los peruanos, la brecha de infraestructura en el sector Educación excedía los ciento cincuenta mil millones de soles, una cifra difícil de imaginar.
¿Se imaginan lo que podríamos haber logrado si ese dinero hubiese sido destinado a mejorar las escuelas del país? Colegios como las Escuelas Bicentenario, que tienen una infraestructura de primer nivel, son un ejemplo de lo que una buena gestión puede lograr cuando los presupuestos se administran de manera responsable.
Y mientras somos testigos del despilfarro de recursos públicos, el Perú se hunde en el fango de la corrupción. Una corrupción que ha infectado nuestro tejido social como una costra purulenta que parece imposible de eliminar. Los pocos peruanos que aún creen y apuestan por el futuro sufren las consecuencias: extorsión, inseguridad, falta de apoyo estatal. Se enfrentan a un país que les ha dado la espalda, mientras una pequeña élite de ratas, como en un naufragio, sigue tratando de salvarse a sí misma, medrando de las arcas públicas sin remordimiento alguno.
Es imposible no sentir una profunda indignación al observar cómo el país sigue perdiendo oportunidades para desarrollarse y mejorar la vida de todos. Los más de mil trescientos millones de soles que Petroperú pierde anualmente podrían estar salvando vidas, educando a nuestras futuras generaciones y generando empleo en sectores productivos. Sin embargo, nuestros escasos recursos continúan desvaneciéndose en el abismo de la ineficiencia estatal.
Es hora de tomar decisiones y enfrentar la realidad que frena el progreso del Perú. Es momento de pensar en el bienestar colectivo y no en los intereses mezquinos de aquellos que se benefician de la corrupción. Nuestro futuro como nación depende de ello.

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