La invertida ética del marxismo
La tinterillada mediante la cual Nadine Heredia logró fugar al Brasil no sólo ha puesto en evidencia la corrupción del gobierno de Dina Boluarte, sino que también ha demostrado, una vez más, cómo las redes marxistas funcionan mediante una ética invertida que ampara sin ambages los actos de corrupción de los actores políticos que registran esa ideología.
Jamás debemos olvidar que Dina Boluarte viene de esa cantera y que fue instrumental en la recaudación de fondos para que Vladimir Cerrón no purgara en la cárcel su primera condena por corrupción. Lo cual es motivo de un juicio que sigue, sospechosamente, pasando inadvertido; así como el fracaso de la captura del propio Cerrón tiene un origen transparente.
Los marxistas, como lo he señalado con anterioridad, practican una ética invertida por la cual el fin justifica los medios: llevada esta tesis a sus extremos puede sustentar, por ejemplo, el “Holodomor”, la hambruna desatada por Stalin en 1932 que ocasionó la muerte de 6 millones de ucranianos, ya que dicho genocida —digno antecesor de Putin— utilizó la cosecha de granos de Ucrania para financiar la industrialización de la Unión Soviética a costa de esos millones de vidas.
Lula, presidente del Brasil, con la estrecha colaboración de un vocal supremo que fue miembro de su partido político, ha salido ya libre de polvo y paja de la grave acusación de corrupción que lo tuvo varios meses en prisión y avanza en la tarea de limpiar a sus socios latinoamericanos involucrados con el corrupto cartel de la construcción que sigue encabezando Odebrecht con otro nombre.
El cuento de que el socialismo marxista es una transición al comunismo ya no lo creen ni los propios rojos, como lo puso en evidencia en su discurso inaugural, al asumir el poder en Chile, nadie menos que Salvador Allende. Pero un régimen socialista de esa naturaleza implica necesariamente un poder omnímodo que, como lo señala Lord Acton, corrompe absolutamente.
Es indispensable concientizar a nuestros compatriotas sobre esta inocultable verdad que, claro, lleva a toda clase de abusos y a la absoluta impunidad de los actores marxistas simplemente porque son “revolucionarios” al servicio del pueblo y todo lo tienen permitido, incluyendo, como en el caso de Humala y Heredia, llenarse los bolsillos con el dinero de ese pueblo al que dicen servir.
Nuestro Señor Jesucristo perdona “a los que no saben lo que hacen”. Está claro: no perdona a los que sí saben lo que hacen.
Por tanto, Humala y Heredia no tienen perdón de Dios, como tampoco lo tiene la partida de sinvergüenzas que degradan la política en el Perú.
(*) Presidente de Perú Acción
Presidente del Consejo por la Paz
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