La ira de los ilegales
El asesinato del periodista y candidato presidencial Fernando Villavicencio ocurrido en Ecuador la semana pasada, se suma a una larga lista que ya supera las 1,000 muertes ocasionadas por organizaciones ilegales contra líderes políticos y sociales en toda Latinoamérica, contando únicamente cifras del año 2023.
La muerte de estos líderes, sin embargo, no debe agostarse en las investigaciones por descubrir quiénes las realizan, sino en darnos cuenta del poder real que hoy tienen las mafias ilegales en toda la región, y su intención de instalar el “miedo” entre quienes pretenden combatirlos desde la institucionalidad y la democracia.
Nuestra debilidad institucional es presa fácil de la ira que imprimen quienes dirigen estas organizaciones ilegales. El narcotráfico, la trata de personas, el tráfico de especies en extinción, el tráfico de madera y la minería ilegal, entre otras, están convencidos de que el asesinato de ciudadanos que amenazan sus negocios ilegales es la mejor receta para imprimir miedo entre quienes defendemos un modelo de convivencia social, donde el respeto a la vida es fundamental para construir un futuro desarrollo.
El reto de nuestras sociedades es promover nuevos liderazgos que sigan combatiendo el negocio ilegal, que continúen construyendo institucionalidad y formalidad, que fortalezcan los sistemas de protección ciudadana contra la violencia política y social. El reto de los nuevos líderes es combatir todo tipo de conducta violenta, autoritaria, represiva y discriminadora, características que alimentan a diario el accionar de los ilegales en nuestras culturas y organizaciones.
La batalla contra los ilegales debe darse a todo nivel. El sistema educativo público y privado debe incorporar una condena sistemática contra la violencia estructural, fomentando el diálogo, la negociación y los acuerdos como parte del ADN de los nuevos ciudadanos. El sistema político debe filtrar con mayor seriedad a sus afiliados para evitar ser tomados por asalto por las economías ilegales.
La sociedad civil organizada debe implementar círculos de protección eficientes para evitar amenazas de muerte y asesinatos a los líderes naturales de sus organizaciones, identificando –sin que nos tiemble la mano– a los enemigos de la convivencia social. Los medios de comunicación deben iniciar campañas integrales para instalar nuevas narrativas de paz, con acuerdos y pactos que pongan reglas de juego claras contra la violencia y la economía ilegal.
La economía formal y la institucionalidad democrática están en riesgo de extinción, si no detenemos a tiempo el avance prepotente de violentos y autoritarios. Libramos una guerra real donde no podemos quedarnos callados ni ponernos de lado. Debemos enfrentarlos con todas las herramientas formales y legales que tengamos a disposición. El ejercicio de la justicia no debe ser más un concepto vacío en la región. ¡Yo pongo el pecho para denunciarlos! ¿Y tú de qué lado estás?
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