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La izquierda busca más muertitos

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Fecha Publicación: 17/07/2021 - 00:00
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La izquierda, acostumbrada a ser dueña de las calles, portaestandarte del buenismo, señora de la moralidad, abanderada de verdad, entre otros atributos falsarios, está con los ojos cual huevo frito por la reacción del centro –derecha e izquierda–de la sociedad peruana, amenazada por una elecciones fraudulentas impulsadas por el comunismo y validadas por la progresía caviar, hasta hoy mandamás del Perú sin haber sido electa.
Tanto va el agua al cántaro que se rompe. Esto ya ocurrió a raíz de estas elecciones viciadas, homologadas por un impresentable Jurado Nacional de Elecciones (JNE) que arrastra vicios desde su conformación. Primero, operó incompleto con cuatro de cinco integrantes y voto doble de Salas Arenas, su presidente comunista y defensor de terroristas: ergo afín a las ideas de Perú Libre, partido que postula a Pedro Castillo, favorito de este trió que estaría próximo a proclamarlo presidente. Todo nació de una trampa: marginar al exmagistrado Javier Villa Stein, hombre probo que jamás hubiese permitido la actuación delictiva de aquellos tres vocales. En paralelo el entonces Fiscal Supremo Luis Arce Córdova –cuarto en discordia que dejase el cargo para no seguir dándole quorum a un cenáculo que funcionaba por consigna– los acusó de favorecer al candidato del partido comunista Perú Libre. Tan procaz ha sido la impronta de estos tres capos del JNE, que ignoraron sendos reparos denunciados por varios candidatos perjudicados por el JNE, y rechazaron pedir a ONPE el padrón electoral para constatar las falsificaciones de firmas, el voto de fallecidos, innumerables actas burdamente adulteradas, etc. Por último, se opusieron a solicitar una auditoría externa –por la OEA o el Parlamento Europeo– para certificar la verosimilitud del objetado proceso electoral.
Ante semejante displicencia hacia al menos la mitad de los electores –incluso bastante más, según sondeos de opinión–, la sociedad centroderechista como centroizquierdista decidió tomar las calles capitalinas para manifestar su repudio más enérgico al viciado proceso electoral y a los parcializados integrantes del JNE. Las demostraciones de rechazo entran en su tercera semana; y el espíritu encendido de la población continúa in crescendo. Algo nunca visto desde la gigantesca protesta liderada por Mario Vargas Llosa tras la confiscación de la banca en los años ochenta. El hecho pétreo es que la izquierda está desconcertada. Una coyuntura que no presagia nada bueno. Porque, habituada como ha vivido a monopolizar la toma de calles y a arrinconar a la derecha hasta someterla agresivamente, ahora busca el muertito para victimizarse y acudir a sus pares comunistas –que anidan en la CIDH, la ONU, etc.–, buscando que culpen de cualquier desgracia a “los enemigos de la izquierda”. A ello obedece la insolencia del encargado presidencial Sagasti quien, abrumado por las protestas contra sus socios comunistas –que impulsasen su designación como inquilino palaciego–, el pasado jueves amenazó al centroderecha/izquierda advirtiéndole: “Mi gobierno jamás admitirá los desórdenes violentos”, dando un giro copernicano ante lo que él hizo en noviembre pasado, procurando los muertitos que precipitaron la caída de Merino para él hacerse de la presidencia.
Se avecinan peores tiempos.

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