La izquierda caviar es reaccionaria
El fantasma de la derecha flota sobre la campaña. Es un virus, una enfermedad contagiosa, una lepra bíblica. Que no deba ser así es lo de menos, es estéril discutir con un lugar común. De modo que los candidatos toman distancia de la derecha. Esta confusión semántica esconde lo que en verdad importa: qué es ser reaccionario.
No es reaccionaria la izquierda radical, ni siquiera la antiminera. No puede serlo porque está indisolublemente ligada a los intereses reales del pueblo enraizados en la tierra y en las minas, arraigados en la aspiración a la propiedad: la izquierda radical no los puede desconocer ni traicionar. Consecuentemente, ha hecho suya hoy la idea de la propiedad y propone que el poseedor del suelo sea dueño también del subsuelo.
Desde luego, es libre de presentar una reforma constitucional en ese sentido. Pero no será fácil. Desde Roma, no ha existido Estado alguno dispuesto a renunciar a la propiedad del subsuelo. Estados Unidos es una solitaria excepción, y siempre sujeta a limitaciones. Esa salida puede ser políticamente inviable hoy, pero no es reaccionaria.
La izquierda caviar, en cambio, depende del Estado, trabaja para el Estado, gana un sueldo del Estado y su estrategia electoral es un pobre truco: generar empleos en el Estado para conseguir esos votos. Se llama clientelismo. Es profundamente reaccionario.
La izquierda caviar no responde a ningún interés real en la economía, sino exclusivamente a una pura idea política. Por lo mismo, propone iniciativas desconectadas de la realidad. Deduce sus propuestas desde la ideología, de arriba hacia abajo. No las construye por inducción de abajo hacia arriba a partir de la experiencia.
Este es su límite objetivo. Nunca irá más allá de eso. La izquierda caviar, a diferencia de la radical, jamás podrá proponer la propiedad del subsuelo. Ni siquiera la del suelo. Necesita que el Estado los controle.
Tampoco escapará nunca de la obsesión del monopolio de la gestión de los recursos por una empresa estatal. Cuando ha tenido que ceder, al cabo de poco vuelve a lo mismo. Por ejemplo, proponer que los fondos de pensiones pasen de las AFP a una entidad estatal que concesiona su gestión es reaccionario. Los fondos de pensiones son de propiedad de los pensionistas del Perú. No son del Estado.
Y es reaccionario, por lo mismo, el monopolio del Estado de la gestión de los recursos naturales. Mientras la izquierda radical toma distancia de eso al demandar la propiedad privada de los recursos para las comunidades, la izquierda caviar no puede. Tiene que mantener los recursos en manos del Estado para luego tratar de capturarlo como sea. Ese es su plan, al que vuelve una otra vez sin aprender. La izquierda caviar no puede avanzar, solo volver atrás. Es reaccionaria.
Lo verdaderamente revolucionario, en cambio, no es tampoco la propiedad privada del subsuelo, que es de todos los peruanos y no solo de unos pocos. Lo revolucionario es la propiedad privada del suelo. Pero –y he aquí la diferencia- dotado de papeles que se compren y vendan en las bolsas globales. Solo así su valor subirá y bajará junto con el de los recursos debajo. Es lo que solo una parte de la izquierda ha comenzado recién a comprender.