La izquierda consolida la corrupción
Recordemos los esplendorosos momentos de jubileo que vivió el Perú tras la caída de Alberto Fujimori, y el éxtasis politiquero que desató la triunfante campaña electoral del candidato de la honestidad –y la anticorrupción– llamado Alejandro Toledo. Campaña marcada por la violenta marcha “Los Cuatro Suyos” cargada de mensajes moralinos y buenistas. Una falacia descomunal que sirviera para engañar a millones de votantes. Fue pues un momento cumbre. El más expectante vivido por esta sociedad después de transitar por años previos de confrontación y exasperación. Tiempos de fronda sembrados por la mismísima progresía marxista de las oenegés que siguen liderando los Gorriti, Costa, García Sayán, etc.
Aquellos que ahora hacen eso mismo, aunque aconchabados detrás de Martín Vizcarra y respaldados por la izquierda extrema que en estos dos años previos se alista a presentarse a los comicios 2021 para ganar las elecciones. ¿El objeto? Consolidar esta falsaria campaña anticorrupción que embuten diariamente el vizcarrismo y su coro mediático hipotecado al avisaje estatal. Sainete montado por la progresía marxista en complicidad con gente del Poder Judicial y la Fiscalía para neutralizar los procesos en curso –y anular toda nueva indagación a los amigotes– a cambio de contar con el apoyo incondicional del camaleónico régimen PPK-Vizcarra y el patrocinio de El Comercio, RPP, La República, Canal 9, Canal 2, los Vizcarra, Kuczynski, Toledo, Humala, los Graña y Montero, los clubes de la construcción, etc. Es decir continuar con esta etnia de la corruptela, aunque apelando en adelante a tretas sofisticadas que permitan brindar semejante venalidad.
Bienvenidos a esta comedia con sabor a tragedia que es el Perú contemporáneo. Ese Perú dibujado por la izquierda refinada, que no vacilará en consentir las peores tácticas del comunismo soviético con tal que la dejen vivir como millonaria con el dinero ajeno. Ese Perú tragicómico del avance y retroceso; del éxito y fracaso; del hambre y la gula. Ese Perú traicionado por una camada de sinvergüenzas vendidos al capital extranjero de las ONG, que lactan de la fortuna de multimillonarios –como el cuestionado Soros– que financian a grupos sediciosos para impedir las inversiones mineras en naciones como el Perú, poseedor de enormes riquezas minerales pero que no puede utilizarlas. ¿Por qué? Porque estos ricachones, transformados en dictadores globalizados, han decidido que atenta “contra la ecología” (léase sus intereses).
Ese Perú de altibajos; expectativas y frustraciones; progreso y atraso, que sobrevive al vaivén del capricho de jerarcas foráneos; de caudillos improvisados; de tiranos vestidos de demócratas. Y en general, de todos aquellos falsarios populistas, demagogos que viven de engañar a las masas expresamente ineducadas para tenerlas bajo su control en impresentable actitud de superioridad.
Toledo engañó –claramente traicionó– al Perú con su tramposo vodevil antifujimorista. Una burla evidente para que los peruanos confiáramos en su “doctrina anticorrupción”. Tan falaz y artera como él. Así lo prueba su trayectoria cleptómana, que le permitiera acumular US$ 35 millones robándonoslos a través de la corrompedora Odebrecht. Y encima se ríe del Perú, cómodamente instalado en Estados Unidos protegido, entre otros, por el régimen Kuczynski-Vizcarra.