La justicia injusta
La justicia suele ser representada como una dama con los ojos vendados sosteniendo una balanza equilibrada, es decir, una justicia que trata a todos por igual cuyas resoluciones son razonables y ponderadas. Sin embargo, esta noble dama no representa la realidad de nuestro sistema judicial, caracterizado por la lentitud, la burocracia y la corrupción. Un sistema de justicia que, definitivamente, no trata a todos por igual.
El pensamiento aristotélico define a la justicia como la única virtud enfocada en el bien particular o de la comunidad, según sea el caso, desplegada a través de las relaciones sociales, exaltando el rol de la legalidad para lograr el bien común o la aspiración a una mejor calidad de vida. Este concepto histórico hoy cobra relevancia en relación con el rol que las instituciones cumplen para asegurar que esta justicia virtuosa esté al alcance de todos. En esa línea, la prevalencia del orden constitucional y el respeto de los derechos fundamentales deben regir las funciones de los operadores de justicia, cuidando de garantizar el debido proceso en todo momento y sin distinción.
Y, aun cuando estamos frente a los condenados, debe haber justicia en el cumplimiento de la pena, pues el trato humillante no es parte del pago de la cuenta pendiente a la sociedad. Entonces, cuando un fiscal no actúa conforme a sus funciones o no las realiza con la diligencia debida, favorece a la injusticia. Cuando un juez no condena con la fuerza que la ley lo habilita o libera al culpable, se pone del lado de la impunidad. Esa es la cara de la justicia injusta, la que se guía por el sesgo y los intereses particulares del poder político y económico, nada más alejado de su noble misión.
El hacinamiento en las cárceles también es consecuencia de una justicia que renunció a ser justa con los más de 35,000 internos que cumplen prisión preventiva, haciendo del Perú el noveno país de la región con mayor porcentaje de internos sin sentencia. A pesar de los parámetros ya determinados por el Tribunal Constitucional en cuanto a la aplicación de la prisión preventiva, esta medida se sigue tomando como una regla general y no como una medida excepcional, desnaturalizando su finalidad. Así también, la justicia injusta no valora con razonabilidad las indemnizaciones ni emplea toda la fuerza de la ley para pagar las reparaciones, perpetuando el dolor irreparable del daño causado. La justicia injusta no es razonable ni tampoco equitativa.
Finalmente, la justicia tiene como aliado a la garantía de la libertad de expresión; el ejercicio objetivo y responsable de la prensa tiene un rol muy importante con la finalidad de informar a la ciudadanía de los asuntos públicos y así pueda ejercer su rol fiscalizador. Pero tal fin es incompatible con la justicia injusta que se presta como herramienta para la persecución mediática, manchando honras. La justicia no estigmatiza al inocente ni convierte al sospechoso en culpable.
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