La lección de la semana
En el Perú, el Presidente es el funcionario más blindado del Estado. No se le puede acusar ni levantar la inmunidad, salvo que impida las elecciones o el funcionamiento del Congreso. Por ello, las diversas Constituciones de nuestra República concibieron un instrumento político de emergencia, la vacancia presidencial por incapacidad moral permanente. Obviamente, supone el descubrimiento de indicios suficientes, evidentes e incontrovertibles de que el Presidente ha cometido un delito sumamente grave, que hace inimaginable e insostenible la continuidad de su mandato. Eso no ha sucedido.
Ciertamente, Vizcarra parece ser una persona sin escrúpulos, un caudillo regional producto de las maliciosas normas que debilitaron a los partidos. Hay cinco aspirantes a colaboradores eficaces, personas que pertenecieron a su entorno personal durante muchos años, que lo sindican de delincuente. Logró ser presidente gracias a la renuncia de PPK y a sus propias coordinaciones con el fujimorismo, pero su gestión tuvo malos resultados con la pandemia y fue obvio que la economía y la seguridad ciudadana no motivaron sus desvelos, como sí Chincheros y el adquirir sobrevaluados test rápidos chinos, incluso después de comprobarse su inutilidad. Eso sí, fue exitoso en construir su imagen personal, ganándose el cariño de las principales empresas propietarias de medios de comunicación, y con ello, el sincero aprecio de millones de peruanos que veían, e incluso ven todavía en él, una figura paternal preocupada por su bienestar.
Una cosa es lograr superar los 2/3 de los votos de un Congreso suplente para vacar a Vizcarra y otra distinta es comunicar a sus admiradores que lo sustituirá Merino, un acciopopulista de 5 mil votos preferenciales, desprovisto de carisma y brillo personal. Si sumamos a esa circunstancia el hecho de que se trata de un Congreso integrado en su mayoría por pequeños personajes carentes de mérito político, profesional y académico, que se desviven por promover leyes demagógicas que atentan contra la estabilidad y el futuro de los peruanos; el panorama resulta propicio para que la izquierda extremista latinoamericana haga de Lima el próximo escenario de su violento accionar, a fin de eliminar el exitoso modelo económico que redujo la pobreza extrema y permitió a cientos de miles de familias pobres mejorar su calidad de vida.
Hemos aprendido que siendo necesaria la causal de vacancia por ‘incapacidad moral permanente’, no se puede usar antes de tener un caso de extrema gravedad y podérselo explicar convenientemente a la ciudadanía; y que el tener políticos amateurs en el Estado puede ser el suicidio de nuestra democracia.